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Un día en marzo de 1981 John Hinckley Jr. intentó asesinar al presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, obsesionado con la actriz Jodie Foster decidió llamar su atención de esta manera; el intento no tuvo éxito, la bala perforó el pulmón de Reagan pero no le causó la muerte, otro proyectil alcanzó al secretario de prensa condenándolo a vivir el resto de su vida en silla de ruedas. Durante el juicio se concluyó que Hinclkey sufría demencia. Un juez ha decidido, 35 años después, que el autor del atentado puede ser liberado, ya que desde 1983 no evidencia señal de trastorno mental alguno, no representa ningún peligro para la sociedad o el mismo y vivirá bajo observación en casa de su madre.

Por estos mismos días el gobernador de California acaba de anular el fallo de una comisión que propuso la libertad condicional después de 47 años para Leslie van Houten, discípula del célebre Charles Manson y quien bajo la influencia de éste cometió con otras dos personas los asesinatos de los esposos Leno y Rosemary LaBianca en 1969; durante su participación en el asesinato Leslie asestó 16 de las 40 puñaladas que cortaron la vida de Rosemary.

Tenía 19 años al momento de los asesinatos y fue condenada a cadena perpetua y ahora con 67 años esperaba poder recibir la libertad condicional; la comisión que estudió el caso tomó en cuenta la edad de Leslie al momento del delito, el haber actuado bajo los efectos de drogas, nunca haber recibido alguna sanción por indisciplina en más de 45 años en la cárcel y que durante todo este tiempo ha estudiado una carrera universitaria y una maestría; sin embargo, por vigésima vez la libertad condicional le fue negada, se espera que intente de nuevo obtenerla.

En cualquiera de los dos casos es muy difícil saber si las decisiones fueron adecuadas o no, siempre existe el riesgo de equivocarse, no hay certeza de que lo decidido sea lo adecuado. Si desde la verdad pedimos perdón y confianza, nos asalta el temor y la duda de no saber si nuestras palabras y actos transmiten con suficiente claridad lo que nuestro corazón y pensamientos viven; todos deseamos que al pedir perdón sinceramente se nos crea.

Quien confía se equivocará algunas veces y acertará muchas, quien desconfía acertará en muchas ocasiones, pero se equivocará trágicamente en muchas más de las que imagina, porque, a pesar de los pesares, hay muchas más personas sinceras que hipócritas.

Amar no es un privilegio para cobardes, amar en verdad es solo para los valientes, para aquellos dispuestos a perdonar y confiar de nuevo y arriesgar la vida en ello, confiando en la bondad y la verdad del amor auténtico. Lo que busques de corazón será lo que encontrarás en los demás.

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