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Se nos aconseja dejar el pasado en el pasado, vivir el hoy y no dirigir tozudamente la vista atrás; quienes nos dan estos consejos generalmente lo hacen de buen corazón, entendiendo que el pasado, pasado está, y no es posible mover un ápice de él. Las horas con las que contamos, el día este en que la vida nos ha permitido despertar de nuevo, esa es la realidad: lo único con lo que contamos es con el momento actual, ya que el futuro es un espejismo que quizá nunca alcanzaremos y que no sabemos siquiera si tendremos vida para vivirlo.

El contar con el hoy como nuestra máxima riqueza es una idea impulsada por un gran número de seres humanos, incluso en la Biblia se menciona: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos” como señal, entre otras cosas, de que lo importante es el camino del hoy y no lo que ya ha pasado; no conviene desgastar el alma en dolores pasados, sino encontrar la fortaleza para enfrentar los presentes, menos aún es bueno vivir regocijándonos de las alegrías antiguas, si con ello nos olvidamos de construir las alegrías de hoy.

Mas de cuando en cuando, algunas trazas del pasado se entremeten en las agitadas horas de nuestra existencia, y cuando son recuerdos tristes suelen cruzar como saeta cualquiera de nuestros días, y una nube negra puede ensombrecer cualquiera de nuestros más iluminados días, peor aun cuando a un día negro llegan recuerdos del mismo color. Puede ser también que desde el pasado lleguen alegrías, recuerdos que cuando se nos presentan en una hora que no nos ha sido muy propicia, ayudan a atenuar las fatigas y sinsabores.

Hay otros recuerdos maravillosos que navegando a través de nuestra memoria se asoman a las más felices horas de nuestro hoy, son entonces vitaminas que repotencian nuestra felicidad actual, son perlas que la mente nos obsequia, como cerezas que adornan el pastel que este día nos ha tocado vivir.

Ya sea en jornadas buenas o malas, estos gratos recuerdos vienen a aumentar la felicidad de nuestro día, muchas veces los recibimos por los medios más insospechados, pueden venir de un familiar, amigo, compañero, incluso de un libro o una pieza musical, el hecho es que llegan a nosotros de manera inesperada y nos sacan una sonrisa que no sabíamos que tendríamos.

Así, de esa misma manera, han llegado a mí recuerdos inesperados, que han traído viejas alegrías, que hoy se han hecho nuevas porque las he vuelto a vivir; mi vida va ya mucho más avanzada de la mitad de lo que humanamente pudiera esperarse, me queda claro que lo que tengo son los días por vivir y no los que se han ido, pero, aun viendo al futuro, no pierdo la oportunidad de ocasionalmente echar un atisbo a los viejos días, sobre todo a aquellos tan hermosos, en los que las felicidades antiguas vuelvo a vivirlas hoy.

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