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Durante el Segundo Imperio Mexicano, el viaje de la emperatriz Carlota de Bélgica a Yucatán en 1865, fue uno de los eventos más importantes ocurridos en esta tierra remota del país, que ocupaba un lugar estratégico en los planes políticos y científicos del Imperio. Como integrante de la comitiva de la emperatriz, el reconocido historiador mexicano José Fernando Ramírez escribió un diario de viaje a Yucatán que constituye un valioso testimonio histórico y personal de su recorrido, según señaló la Dra. Romina España Paredes, del Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales (CEPHIS) de la UNAM.

En el estudio preliminar que realiza la Dra. España señala que durante el tiempo que duró el Segundo Imperio Mexicano (1864-1867), vislumbró en las remotas tierras de Yucatán el punto estratégico para consolidar el poder de México en América Central. Esta predilección por la región peninsular lo llevó a referirse al Estado como “el niño mimado del Imperio”, e incluso, a prometer que, en caso de tener descendencia, el heredero al trono se llamaría “Príncipe de Yucatán”. Según se indica, en alguna de sus cartas afirmó que llegará tal vez el día en que algunas de las provincias de la frontera norte tendrán que ser cedidas a los Estados Unidos. Las dejaré de buena gana a cambio de ganancias sólidas en América Central, pues nuestra verdadera orientación consiste en dirigir el Imperio hacia la posición central del nuevo continente, concediendo el dominio del norte a los Estados Unidos y del sur a Brasil.

El emperador Maximiliano de Habsburgo debido a la turbulencia política que se vivía y ante la imposibilidad de abandonar la capital mexicana, le entregó a Carlota instrucciones secretas relacionadas con el proyecto de expansión en la América Central, estos documentos fueron encontrados en el Archivo del Estado en Viena, estas instrucciones revelan que para el Imperio, Yucatán debía consistir en el centro gravitación de los demás estados de América Central, los cuales se debían inclinar hacia la Península.

En 1864 Maximiliano nombró al ingeniero José Salazar Ilarregui, Comisario Imperial de la Península, figura creada para enmendar los abusos, reprimir actos indebidos de funcionarios y hacer efectiva la garantía de la igualdad ante la ley; el 19 de septiembre de 1864, el emperador otorgó instrucciones al Comisario Salazar para emitir un decreto estableciendo el río Sarstoon como el límite meridional del futuro departamento de Yucatán, abarcando la mitad del territorio beliceño. Las consecuencias de tales disposiciones no se hicieron esperar y desencadenaron nuevos enfrentamientos.

Pero la inquietud del Imperio de Yucatán no únicamente respondía a los anhelos del Emperador, su valor económico y estratégico también fue considerado por los intereses colonialistas franceses que, entre sus planes, se encontraba la creación de una comisión de destacados científicos para profundizar el conocimiento de México y su vasto territorio. En febrero de 1864, por decreto de Napoleón III, se fundó en París la Comisión Científica de México. La creación de dicha comisión estuvo a cargo de Étienne Brasseur de Bourbourg, reconocido por sus trabajos sobre México y Centroamérica y por haber localizado en la biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid, un manuscrito de la “Relación de las cosas de Yucatán” escrita por Fray Diego de Landa, así como por el rescate y traducción de códices como el “Popol Vuh”, “Rabinal Achí” y “Troano”.

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