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Para nadie es un secreto que México no ha alcanzado la autosuficiencia alimentaria en muchos rubros. Uno de ellos es el maíz, que mayormente se importa de Estados Unidos pues en nuestro país no se cultiva suficiente debido a diversos factores adversos, entre ellos la falta de apoyo de los gobiernos, y el aumento de plagas propiciado en gran parte por el desequilibrio en la naturaleza que hemos propiciado.

Actualmente ningún campesino más o menos veterano quiere correr el riesgo de sembrar una milpa porque sabe que hay un 99% de probabilidades de que nada consiga.

Eso es en la agricultura, pero ahora observamos que la ganadería se está quedando sin personas que la quieran trabajar. Ese creciente desinterés se debe, en primer lugar, a que el precio de la res en pie está a la baja, aunque en los supermercados la carne siga tan cara como siempre.

No se necesita ser un genio para afirmar que una de las razones de que la ganadería esté en decadencia es que la actividad carece prácticamente de respaldo de los gobiernos, que de pocos programas de apoyo pueden presumir en los últimos años (Peso a Peso es una de esas rarezas, pero llega solo a unos cuantos).

Es muy trillada la advertencia de que un país que no produce lo que come está condenado a vivir en el subdesarrollo. Y nuestro campo, señores, recibe cada vez menos atención, menos dinero para impulsarlo.

Piénselo, paciente lector, y coméntelo. A lo mejor en una de ésas nos escucha alguien que sí pueda hacer algo para que el maltratado campo mexicano surja –no resurja porque, salvo algunas regiones, nunca ha tenido un auge sostenido– y pueda mejorar la pobre producción que se logra en la mayor parte del país, y ya no se diga en nuestro estado.

* * *

Mientras en el arbolado patio de la casa en mi pueblo disfruto un vaso de agua bien fría, un pequeño verdín, cría del iguano blanco con franjas oscuras tan común en nuestro estado, sale cauteloso e inexperto de su escondite, a un metro de mí.

Por su inexperiencia no me teme, y es evidente que sería presa fácil de algún depredador. De repente aparece entre las ramas de un naranjo una mariposa blanca y el verdín la ve, hace un movimiento rápido con la cabeza y echa a correr con la peregrina idea de atrapar al volátil animalito, pero pronto se da cuenta de que nunca podrá alcanzarlo. Da un ágil giro de 90 grados y tras nueva carrera sube a una mata de chinas.

La Naturaleza nos muestra cuán torpes e inexpertos somos de pequeños, aunque con los años vamos conociendo nuestro entorno y aprendemos a valernos por nosotros mismos y a evitar trampas que nos pueden costar incluso la vida.

A diferencia del iguanito alegre y desprevenido que estuve observando, muchos de nosotros no habríamos podido sobrevivir sin la protección de nuestros padres. Qué hermosa y aleccionadora es la Naturaleza, ¿no le parece?

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