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El perro de raza indefinida apareció un día en el taller de mecánica, herrería, hojalatería y pintura, les cayó bien a los hombres que ahí trabajaban y se quedó a vivir, bastante bien alimentado. Le pusieron de nombre Shagui, porque se comporta como vigilante del taller. Ya tiene un amiguito, mascota de una casa cercana, con quien sale a trotar, alegres los dos, sobre los charcos que se forman después de cada lluvia.

Shagui fue afortunado, pero cientos de perros que deambulan por las calles de Mérida no reciben ni siquiera una mirada de los “humanos” que pasan cerca de ellos. Durante la reciente sequía hicimos caso a ciertas campañas y colocamos junto a la entrada de nuestra casa un cuenco con agua para que los pobres canes callejeros aliviaran su sed.

A pesar de los avances en legislación sobre el tema que presumen nuestros funcionarios, los yucatecos no tenemos todavía una gran conciencia acerca de la necesidad de proteger a los animales, entre ellos el llamado “mejor amigo del hombre”.

Cada quien es libre de decidir si protege a los animales, pero quien los maltrata debería recibir las sanciones establecidas en las leyes. Si no los ayuda, al menos que no los perjudique.

Este tema salió a colación luego de que una mujer yucateca que –como otras personas más en Mérida– dedica parte de su tiempo a rescatar perros callejeros, nos relató su tristeza porque una persona a la que ella le entregó un perro en adopción –ya limpiecito, vacunado y con un bonito collar– no cumplió su promesa de cuidar bien al animalito.

Lo malo salió a flote un día que la protectora de animales se encontró de nuevo con la persona a la que le había entregado con mucha ilusión el can.

–¿Cómo está el perro que le regalé?

–Ya no lo tenemos… es que salió de la casa y como no sabía andar por la calle, un auto lo atropelló.

–¡Dios mío!

–Mi papá dijo que ya no tenía remedio y lo terminó de matar.

–¡Dios mío!

Trate usted de imaginarse la tristeza que arrasó el corazón de esa persona que dedica su tiempo, su dinero y esfuerzo a salvar perros. Cuando nos contó del caso estaba al borde de las lágrimas porque ¿cómo puede uno sentirse si, después de esforzarse tanto por ayudar a un animal, se entera de que no solamente no lo cuidaron, sino que lo mataron porque estaba herido?

En nuestra sociedad hay cada vez más gente sensible que se involucra en la protección de animales, pero abundan quienes hacen lo contrario. ¿Cómo puede alguien mentir asegurando que va a cuidar a un perrito, pero luego hacer todo lo contrario?

¿Cómo podemos ser tan inhumanos? Y luego presumimos de ser habitantes de un estado con leyes de avanzada; sí, hay leyes, el problema es que muy poco o nada se aplican.

Ojalá que quienes trabajan en ayudar a los animales callejeros nunca se desalienten y tomen casos como el que acabo de contar como un reto para seguir trabajando por esas criaturas.

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