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El panorama era triste, con las pequeñas matas de maíz de un metro de altura plagadas de gusanos que acababan con las debilitadas hojas. “El gusano sale porque no ha llovido, llevamos un mes sin una gota de agua”, dijo don Albino Misael Santos Polanco al amigo agricultor y cazador que lo acompañaba. “¿Y qué vas a hacer”. “Pues les vamos a hacer los rezos a los dioses del monte, para que llueva”.

Efectivamente, el veterano milpero realizó la ceremonia y la correspondiente ofrenda con la ayuda de rezadores mayas y, lo crea usted o no, ese mismo día llovió y siguió lloviendo periódicamente hasta que las matas de elote rebasaron los dos metros de altura, espigaron y se cundieron de mazorcas. La milpa, en montes del municipio de Dzoncauich, se llenó además de guías de calabaza y de ibes (una variedad de frijol blanco), de matas de t’es (cuyos penachos rojos y morados adornan los altares en las fiestas de difuntos en noviembre) y todo lo que sembró el campesino.

Cuando llegamos el domingo a las 5:30 de la mañana a la milpa, don Albino Misael, tres de sus fornidos hijos y dos amigos ya casi terminaban de desenterrar y repartir las mazorcas de maíz que pusieron a cocer bajo tierra (en pib) durante dos días.

Buena parte de los elotes cocidos son para el disfrute de las familias de los milperos, pero quizá la mayoría se regala a cualquier persona que llegue a pedirlas, dándoles además jícaras o envases llenos de atole nuevo, una delicia al paladar. “Para eso se hace este pib y el atole, para regalarlos”, subrayan los milperos”. Regalar los frutos de la tierra es una manera de agradecer a los dioses mayas y al Dios cristiano que a su vez se hayan dignado obsequiarles a los trabajadores muchos de los frutos de la tierra. Es evidente e innegable el sincretismo religioso generado durante siglos, pues a los rezos a los dioses mayas en el monte se agregan los que se dicen para los santos católicos en las casas de los agricultores.

Pero lo más importante, a nuestro parecer, es la supervivencia de la tradición de la caridad, de la noble costumbre de darle a quien no tiene, en una solidaridad básica y sencilla que proviene tanto de la cultura maya como del verdadero espíritu católico cristiano. Habría mucho que hablar sobre ese tema, pero habría mucho más que aprender de esos campesinos.

En su bestseller “El secreto”, Rhonda Byrne sostiene que si una persona regala con amor y convencimiento los bienes que posee, más de éstos le vendrán a su vida, por el ineludible cumplimiento de la Ley de Atracción. La autora se basó en decenas de testimonios de personas expertas en el tema, en tanto que los milperos de Dzoncauich conocen solo por su fe los dones que conlleva la caridad, y regalan de corazón lo que a su vez les obsequian los dioses mayas, o Dios y los santos que han seguido los mandamientos de la Ley. ¿Cómo lo ve usted?

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