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A tono con la época, nos gustaría comentar en esta ocasión un cambio de conducta social que nos parece lamentable. Se trata de la frase que muchas personas y empresas sobre todo comerciales utilizan para tratar de caerles simpáticos a sus amigos o clientes: “¡Felices fiestas!” ponen en anuncios, letreros, bolsas y un sinfín de objetos.

O el que dice la frase no es creyente pero no quiere molestar, por conveniencia económica, a los que sí creen en Dios, o les da vergüenza revelar su fe, o que no tienen ninguna.

“¿Felices fiestas? ¿Pues es que quienes nos dicen eso no saben qué es lo que celebramos los que hacemos fiesta en la noche del 24 al 25 de diciembre? Quizás una gran mayoría de creyentes somos muy imperfectos, tal vez no somos el modelo de persona que tendríamos que ser, pero definitivamente sí sabemos por qué es la convivencia de esa noche. Celebramos el nacimiento ocurrido, según la tradición, hace 2 mil 19 años, cuando Dios mostró al mundo entero que amaba o ama tanto a la Humanidad que le entregó a su hijo único para que sea sacrificado y, según las Sagradas Escrituras, resucite al tercer día, abriendo así el camino por donde los hombres y mujeres pueden alcanzar la Salvación eterna.

El deseo, pues, que tendríamos todos que expresarles a nuestros semejantes es el de una feliz Navidad, es decir, que el nacimiento del Redentor traiga a nuestras familias y a todo el mundo la felicidad de saber que ser una persona de bien siempre será lo mejor y lo más reconocido, tanto en la tierra como en el Cielo. Si cada uno de nosotros alcanzara, con su accionar y su pensamiento cotidianos, ese estado de gracia, o una conducta digna de elogio a la luz de los Diez Mandamientos, el mundo entero, nuestra Patria Grande y nuestra Patria Chica serían mucho mejores de lo que son ahora.

“¿Felices fiestas?”. Pues qué, ¿piensan quienes lanzan esa frase que estamos celebrando un quinceaños, una graduación, una boda o cualquier otro evento corriente? No, en realidad festejamos el máximo evento en la historia de la humanidad, de acuerdo con la visión de los creyentes católicos y cristianos.

Creemos que muchos preferiríamos que no nos digan “felices fiestas” quienes no tienen el valor para declararse creyentes o ateos. Y los que no creen, pues está bien, podemos ser amigos, pero, por favor, deberían ser congruentes y sinceros.

Así que, incluso si no creemos, bien podríamos ser amables y desearles a nuestros amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etcétera, una feliz Navidad, y que la celebración de la llegada del Mesías sea motivo para hacernos la promesa de ser mejores. Y si no les parece la idea, pues mándela por ahí lejos, no pasa nada.

Por lo pronto, la columna se permite desearles a todos quienes nos leen, y también a quienes no lo hacen, una feliz Navidad en unión de sus familiares y amigos.

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