¿Y usted con qué alivia el calor?

Gínder Peraza Kumán: ¿Y usted con qué alivia el calor?

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Creí que alguien había encendido un gran foco al otro lado de la calle. Pero no, no era eso: era el Sol de mayo que, tras superar la altura de la barda, metía sus poderosos rayos a través de la cortina de mi cuarto. Un par de horas después el fuerte calor nos recordaba que estamos en Yucatán, un lugar mítico en cuanto a altas temperaturas, las cuales han generado irónicas frases como aquélla que dice que aquí el Astro Rey raja piedras, o que los yucatecos sólo conocemos dos estaciones (no cuatro, como Vivaldi), que son la de calor y la del tren.

Una vez escuché que un par de canadienses, de los cientos o miles que cada año vienen a pasar en nuestra Península, preferentemente las costas, los meses que dura el crudo invierno que azota su país, se declaraban admirados por la forma en que los yucatecos nos hemos acostumbrado a soportar las temperaturas de 40 grados o poco más que suelen registrarse en el verano. La verdad es que nunca nos acostumbramos, y muchos nativos de esta tierra sufrimos el calor como si hubiéramos nacido en Suiza.

Eso sí, siempre estamos en busca de los ya viejos remedios, o de otros nuevos, para paliar los estragos del calor. Los recursos van desde beber ingentes cantidades de refrescos embotellados (incluyendo aquéllos que dicen que se fabrican con cebada, lúpulo y malta), hasta empaparse concienzudamente con el agua que llega por la tubería del sistema municipal de distribución del líquido, pasando por el uso de numerosos tipos de bañeras y piscinas inflables o rígidas de una gran diversidad de tamaños y materiales.

Recuerdo a un compañero de trabajo que nos recomendaba su propio sistema para refrescarse, que consistía en darse una ducha, vestido con camiseta y bermudas, con una manguera conectada a la red de agua potable y enseguida mecerse acostado en una hamaca colgada a la sombra de los árboles.

Sin duda con la llegada de la temporada de calor ocurren muchos cambios en nuestro entorno. Por ejemplo, empieza a aumentar el número de personas que, con la ayuda de triciclos adaptados, recorren las calles ofreciendo –¡slurrrp!– granizados, paletas, helados, machacados, bolis y otros productos hechos a base de, o a partir de hielo. En lo particular, hace un par de semanas conocí las “timbas” de don Rich, quien vende exquisitos machacados de fruta de la época en la pequeña población de Nolo, que está a unos 20 minutos del Periférico de Mérida, rumbo a Tixkokob. Fue un machacado de plátano, y unos días después le compré uno de mamey a mi granizadero de cabecera, y el viernes pasado saboreé otro, de mango, en un puesto especializado en la materia que recientemente abrió.

En fin, que lo mejor es aprovechar la ola de calor, en lugar de quejarnos, que con esto nada ganamos. Mejor lléguele a un buen granizado de coco, tamarindo, mamey, etcétera. ¡Ah, qué delicia y qué frescura!

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