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Preocupante fue para muchos escuchar al presidente Andrés López hablar de un potencial golpe de Estado en su contra, y aunque de inmediato lo descartó porque el “pueblo bueno” lo defendería, su declaración dejó muchas inquietudes y preguntas en el aire.

Pero, ¿de dónde podría surgir un golpe de estado o quiénes lo impulsarían? En los países donde se presentan operativos golpistas las fuerzas armadas suelen ser las protagonistas, pero en México tenemos un ejército cuyos principales mandos se han declarado fieles a quien ocupe la silla presidencial.

Del sector privado, que ciertamente ha levantado la voz para criticar la política económica del presidente López, se puede decir que a pesar de su inconformidad prefiere la vía institucional, lo mismo que otros sectores económicos, políticos o sociales.

Un sector que podría protagonizar un movimiento más o menos amplio de inconformidad, pero no un golpe de estado, sería el más popular, el que constituye la base más amplia de electores que llevó a AMLO a la cúpula del poder, y eso sería porque, salvo las “mesadas” que bajo el rubro de programas sociales les entregan a muchos mexicanos cada uno o dos meses, en general la situación económica del país no ha mejorado lo que se esperaba.

Otra posibilidad que abre la declaración de AMLO sobre un golpe de Estado es que este movimiento, o más bien una protesta popular más o menos amplia, sea impulsado por gente que se ha infiltrado en Morena, esa especie de partido del que López Obrador ha amenazado con separarse si no erradica los vicios en los que ha caído en sus elecciones internas.

Cualquiera que sea la motivación que tuvo el presidente para hablar de un golpe de Estado, el hecho es que una situación de ese tipo sería lo último que le convendría a México, y de ocurrir quizás estaríamos acercándonos al caótico modelo que Venezuela muestra al mundo.

Habíamos coincidido con quienes exhortan a no hacerle mucho eco a todas las declaraciones del tabasqueño presidente, porque con frecuencia éste parece lanzar cortinas de humo para desviar la atención de la ciudadanía respecto a problemas de verdad importantes.

Pero la alusión a un golpe de estado no se puede dejar pasar así nomás, y es necesario analizar todas las posibilidades, incluyendo la de un autogolpe, sobre todo si se va formando consenso en torno a la opinión de que el sexenio ha empezado mal y muchas promesas hechas en campaña no solamente no se están cumpliendo, sino que ocurre todo lo contrario.

Y ya de la alusión de López Obrador a las doctrinas cristianas ni hablar, porque las cuestiones de fe son tan íntimas o personales que con un poco que se discuta se incurre en el riesgo de generar divisiones y enfrentamientos. ¿Pues no que es admirador de don Benito Juárez, el impulsor de las Leyes de Reforma, que deslindaron lo más claro que se podía la política de la religión? ¿Entonces...?

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