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Lina Meruane realizó una diatriba contra los hijos en 2010, a petición de la revista Etiqueta Negra. Ese primer enjuiciamiento fue extendido por la escritora chilena hasta ser editado por Tumbona Ediciones, como parte de la Colección Versus, una serie de libros que busca incomodar y someter a interrogación las convenciones y normatividades de una época o país. Antonio Ortuño, Rafael Gumucio y Javier Toscana han sido otros enjuiciadores.

En Contra los hijos (2014), Lina hace una tipología de la madre, las diferencias entre escritoras con o sin hijos y, quizá, la observación más central y controversial que es la del lugar omnipotente que tienen los hijos en el imaginario colectivo. Así lo demuestra en el primero y el último capítulos, aunque entre ambos haga un necesario y largo paréntesis sobre la historia de la mujer, observando la imposición de roles y la repetición de ciertos episodios, bajo la sombra del ideal materno, incluso algunos que se creían superados hoy en día.

A mi parecer habría que destacar el capítulo “La máquina de hacer hijos”, en el que se refiere directamente contra quienes escribe, contra esos hijos-tiranos que cuando llegan anulan a los padres, siendo la madre la más mutilada. Así escribe también contra ellas, las progenitoras, “las que bajaron el moño y renunciaron angélicamente a todas sus aspiraciones, contra las que aceptaron procrear sin pedir nada a cambio, sin exigir el apoyo del marido-padre o del Estado”.

En ese mismo capítulo se enumeran algunas contradicciones de la maquinaria progenitora, como la acusatoria declaración en la primera página:

“El llamado a sumar niños, que serán adolescentes, que se volverán algún día adultos, mantendría en marcha a la humanidad. Los hijos vendrían a ser entonces los escudos biológicos de una especie cuyo exceso consumista y contaminante en vez de proteger al planeta lo pone en riesgo: he ahí una paradoja”.

La escritora aclara que no es una diatriba dirigida a todos los hijos o un afán de satanizar la infancia, sino que es una discusión necesaria que mantiene mientras teclea y consulta enciclopedias. En algunos párrafos hay toques de humor y guiños a su propia madre, a los editores del libro Vivian Abenshushan y Luigi Amara, que cierran la última página con una irónica nota, pese a tener algún hijo, “(…) se terminó de imprimir, mientras nos tomábamos la píldora del día siguiente, en el mes de septiembre de 2014”.

Lina también agradece a todas sus amigas, escritoras y lectoras con o sin hijos, cuyas consultas cercioramos en “Del [in]fértil canon”, capítulo que tal vez explique el por qué son más los escritores que las escritoras en la historia de la literatura.

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