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Una prisión circular, cuyas celdas miraran hacia el centro. En medio de la prisión, una torre de vigilancia opaca, misteriosa. Los presos nunca podían ver al guardia, pero se sabían constantemente vigilados por alguien y, temiendo ser castigados, se ajustaban a las normas de comportamiento. Probablemente ni siquiera había guardia en la torre, pero los presos no lo sabían. Ésta era la idea de panóptico concebida por Jeremy Bentham, cuya propuesta iba acorde con el nuevo paradigma de justicia penal que iba naciendo en la Inglaterra del siglo XIX.

Más adelante, el filósofo Michel Foucault retomó el concepto de panoptismo y lo adoptó a la era moderna. Vivimos en un Estado disciplinario, una sociedad que se sabe constantemente vigilada por el poder a través de cámaras, policías, drones. El fuerte aparato llamado “de seguridad” logra lo que Bentham idealizaba en sus cárceles: somos presos de una sensación de constante vigilancia y, aun sin estar realmente vigilados, autorregulamos nuestra conducta hasta ajustarla a la norma establecida.

Parte del éxito de las estrategias gubernamentales en materia de seguridad es precisamente el factor psicológico y sociológico que actúa sobre los individuos. Las iniciativas Escudo Yucatán y Yucatán Seguro, la primera del sexenio anterior y la segunda del actual, son, en esencia, lo mismo: cámaras de vigilancia, vigilancia aérea, más policías, más patrullas, un centro de monitoreo constante. Ahora se le suman dispositivos que te podrán no solo ver, sino comunicar en tiempo real. El guardia que no ves y te habla. Los 2 mil 500 millones de pesos que endeudarán al estado por otros veinte años están destinados a invertirse en la respuesta, la reacción, la prevención panóptica. Pero ¿realmente se atacan las raíces del problema? Indudablemente la seguridad es un tema fundamental. Reafirmo que concuerdo con el gobernador en que es un sector prioritario y con inversión necesaria. Pero quizá nuestro temor a dejar de ser el estado más seguro nos empuja a recetar paliativos anticipados, dejando que las causas vayan creciendo sin atención. Tarde o temprano el panóptico deja de ser suficiente y los problemas esenciales no resueltos, el bienestar ausente, rompen y rebasan la estabilidad fundada en la reacción y no en la prevención.

Tal vez la multimillonaria deuda, que comprometerá al menos a otros tres gobiernos futuros, debiera enfocarse en gran medida a mejorar y reforzar la calidad de vida de las personas, los sistemas de salud y seguridad social en el estado -dentro de las competencias de la autoridad estatal, por supuesto-, de educación, de empleo y salarios -éstos últimos de los más bajos del país-, de cultura y del tejido social. Donde hay bienestar real y palpable, hay seguridad. Hasta entonces, Yucatán vivirá en una seguridad en apariencia fuerte, pero de base frágil, sabiendo que, como a Winston en la novela distópica “1984” de George Orwell, “el gran hermano te vigila”.

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