No hay paz sin igualdad
El poder de la pluma
La Cumbre de Premios Nobel de la Paz fue fructífera y mucho. Quitando de la cuenta hechos lamentables como que no hubo representación real de la comunidad maya en las conferencias –y eso que habló una Premio Nobel maya y la mitad de la población del estado vive fuera de Mérida-, que el público en general no tenía acceso fácil a las actividades y que un lugar cercado por policías y fuertes filtros de seguridad pareció más ideal para hablar de paz que las universidades, los espacios públicos, las comunidades o las colonias –contraste tremendo con el presidente de la República, quien, sin contar con escoltas en su gira por Yucatán, hasta se bajó a jugar softbol en Muna-, la Cumbre fue espacio para tocar temas de gran relevancia en materia de derechos.
No fueron una ni dos, sino varias las personalidades que se pronunciaron a favor del matrimonio igualitario, señalando la vergonzosa actitud del Congreso local por no garantizar los derechos humanos de todas las personas en las dos oportunidades que ha tenido tan solo en lo que va del año. Tampoco perdieron los panelistas la oportunidad de hablar sobre la desigualdad social, factor que debe atenderse con urgencia para alcanzar la verdadera y sólida paz a la que aspiramos. No hay paz sin igualdad de derechos y oportunidades para todos. ¿Los hay en Yucatán? Y si no, ¿cuánto nos durará esta paz?
Amén de haber sido seguramente una experiencia enriquecedora para los asistentes, además de una manera de resaltar a Yucatán internacionalmente y promover el turismo –bandera que parece de mayor calado para algunos que la propia paz-, lo que nos deja la Cumbre sobrepasa los muros custodiados del Centro de Congresos, se sobrepone a los conciertos y la foto, incluso rebasa al knockout que le dieron al Congreso yucateco después de tantos cuestionamientos a su actuar, aunque la diputada Rosa Adriana siga diciendo en entrevistas que, así sea una cuestión de derechos humanos, el Congreso ya votó, los representantes populares han hablado.
La verdadera riqueza de la Cumbre es la que nos deja al retirarse. El debate público, que se retome la agenda de derechos humanos, que se contrasten los discursos de los gobiernos locales con la realidad-real de Yucatán. ¿Dónde está el cuidado al medio ambiente? ¿Dónde el respeto a la diversidad? ¿Dónde el reconocimiento de los derechos humanos? ¿Dónde la reducción de la desigualdad? Si los encuentra o no, usted dirá.
Más temprano que tarde, la ley y el derecho se impondrán. Agradezco a los laureados por reactivar la crítica, la discusión, el debate. Y aunque un sector se manifieste mañana o el domingo en contra del libre desarrollo de la personalidad –casarse o divorciarse con quien usted quiera, tener hijos o no, practicar religión alguna, opinar, pertenecer a un partido político; en fin, ser libre-, aunque gobierno estatal y legislativo no velen por los derechos de todos, no borrarán la máxima de la paz que nos deja la Cumbre: tolerancia con todo, menos con la intolerancia.