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Domingo. Joker, la nueva película sobre un conocido personaje inunda las redes sociales; memes, críticas, notas en medios virtuales. Es el tema del momento. De pronto se prenden las alarmas y cambia radicalmente la conversación: circulan los supuestos WhatsApp de un estudiante del Campus de Ciencias Exactas de la UADY, quien dice haberse inspirado en la película para realizar un tiroteo en su escuela. Está harto, tiene armas, no le importa nada. Caerá quien tenga que caer. No es de extrañarse el pánico extendido entre quienes incluso son ajenos al campus. Las autoridades actuaron bien, con prudencia y prontitud. Las redes replicaban cientos de veces los comunicados oficiales, las supuestas conversaciones filtradas y claro -no puede ausentarse esta incómoda compañera- también estaba la burla.

Pero más allá de la formal amenaza o la negra broma –o quizá un poco de ambas- que resultara de todo este ir y venir de rumores, lo cierto es que se dejó en evidencia una penosa realidad: la sociedad yucateca no está lista para hablar sobre la salud mental. Y si no se puede hablar de un tema, difícilmente pueda atenderse.

No es gratuita la cuasi histeria colectiva que se apoderó de muchos internautas esa noche. Amén del poder comunicador –y a veces desinformador- de las redes sociales, los yucatecos fuimos víctimas de nuestra propia impreparación para afrontar posibles problemáticas relacionadas con la salud mental de las personas. Calificamos de exageración, broma infantil o locura las declaraciones que podrían ser la señal clara de que una persona requiere ayuda profesional. Quizá es un grito de auxilio o desesperación que no debiera tomarse a la ligera.

Según la Asociación Psiquiátrica Mexicana, los trastornos mentales afectan a casi el 30% de los mexicanos, aunque solo 1 de cada 5 recibe tratamiento. Yucatán es el estado número uno del país en casos de suicidio. Tan sólo en 2018, 246 yucatecos decidieron quitarse la vida. Las cifras más recientes a las que pude tener acceso arrojan 120 suicidios en lo que va de 2019. También somos el estado con mayor consumo de alcohol en toda la república, superando incluso la media nacional. En otros estados la inseguridad acaba con la vida de las personas. En Yucatán, la falta de interés real de las autoridades y la sociedad por la salud mental está acabando con nuestras propias vidas.

Ni con las cifras que van en aumento año tras año existen programas que aborden esta temática. Hablar de suicidio, de depresión, de ansiedad sigue siendo un tabú. Buscar ayuda profesional –acudir al psicólogo o ser referido con un psiquiatra- es mal visto por una sociedad que cierra los ojos a su propia realidad. ¿En cuántas escuelas, foros, espacios públicos se discute o aborda la salud mental de las personas? ¿Cuántos programas hay al respecto? ¿Existen las instalaciones o instancias necesarias y suficientes para atender esta área de la salud? Si la respuesta a todas las interrogantes fuera positiva, las cifras serían otras.

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