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Este 17 de octubre se cumplen 66 años del voto femenino en México. Legalmente es a partir de la reforma al ar-tículo 34 constitucional, publicada el 17 de octubre de 1953, que las mujeres adquirían la ciudadanía plena. Hasta antes de ese año, el citado precepto atribuía la ciudadanía mexicana únicamente a los varones y, por consiguiente, las mujeres no podían acceder a las prerrogativas otorgadas por el artículo 35 constitucional –los derechos del ciudadano-, como la de votar en las elecciones populares.

La concepción de que las mujeres debían tener acceso al sufragio se remonta a los últimos años del período revolucionario. En el Constituyente de 1916, los congresistas abordaron el tema del sufragio femenino, aunque éste fue rechazado por una aplastante mayoría que limitó ese derecho solo a los varones, relegando a las mujeres a un papel político muy secundario. Por más que argumentaran las feministas que habían tenido igual participación e importancia que el hombre en el proceso revolucionario, se impuso la cerrazón.

Memorables son los escritos de Hermila Galindo en defensa del voto de las mujeres, aunque incluso ella no fue tan lejos como las feministas yucatecas, pues Galindo solo defendía el voto de las mujeres ilustradas y cultas de las clases sociales altas, quienes –según ella- no serían manipuladas por el clero. Al final, el Constituyente –de manera lamentable- no reconoció el derecho al sufragio femenino por “cuestiones tradicionalistas” y se dio carpetazo al asunto.

Aquí en Yucatán el panorama político era distinto: gobernaba entonces el general Salvador Alvarado, constitucionalista que encabezó una dura batalla en contra de latifundistas y hacendados yucatecos, quien facilitó la organización del Primer Congreso Feminista en el estado, llevado a cabo por mujeres yucatecas que discutieron sobre temas como el divorcio, la participación política de la mujer y su papel dentro de una sociedad revolucionaria.

No hay que olvidar que poco después y ya con Felipe Carrillo Puerto en el poder, gracias a los trabajos de su hermana Elvia y otras feministas, se conquistó el reconocimiento del voto femenino a nivel municipal y estatal, de tal manera que en 1923 se eligió en este estado a las primeras tres diputadas locales -Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib y Beatriz Peniche- y a la primera regidora –Rosa Torres- en la historia mexicana. Y aunque la contrarrevolución financiada por los hacendados y las élites locales volvió a negar esos derechos al derrocar a Carrillo Puerto –pues eran de corte conservador y aliados del clero-, el orgullo yucateco y aporte progresista al país de haber sido vanguardia en materia de derechos políticos, queda. Hoy, 66 años después, no se entendería la construcción de la democracia sin la participación protagónica de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad.

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