¿Y si no es AMLO, quién?
El poder de la pluma
Hace unos días, a propósito del primer año de AMLO como presidente, platicaba con unos amigos sobre aciertos y desaciertos del actual gobierno, cuando inevitablemente salió la pregunta que todos esperaban: ¿Volverían a votar por López Obrador? Claro, la respuesta quizás es sencilla cuando nuestra perspectiva parte del presente. Sobran los comentarios de “se los dijimos”, “lo advertimos y votaron por él” e incluso entre sus más fervientes seguidores hay titubeos a la hora de contestar.
Lo cierto es que un año después no somos Venezuela –ni Suiza- y los pronósticos más fantasiosos no han cumplido con llevarnos al régimen autoritario y absolutista que pintaban. Pero para quien se da a la ociosa tarea de analizar más allá de los posicionamientos fáciles y los odios o los afectos rápidos, quizás la respuesta a la interrogante sea más compleja; tal vez primero habría que preguntarnos por qué una aplastante mayoría se volcó a las urnas a votar por Andrés Manuel, si las condiciones sociales entre ese momento y el presente son las mismas y, sobre todo, quizá el factor determinante sería ¿y quién si no es él?
Muchos votos para el presidente no vinieron de los más duros y fieles cuadros de Morena, sino del hartazgo popular que no encontró otra alternativa al discurso obradorista. El voto por el “menos peor” le dio un gran impulso a su candidatura y a juicio del autor de estas líneas fue el voto decisivo. ¿Meade? ¿Anaya? ¿El Bronco? A la luz de los hechos actuales, probablemente AMLO no obtendría los votos que obtuvo hace un año, su victoria sería menos contundente, pero sería victoria al fin y al cabo.
Con una oposición deshecha, desunida y que se pierde penosamente en las discusiones baratas y las nimiedades, no hay una figura lo suficientemente fuerte para hacerle frente al presidente. Incluso dentro del mismo oficialismo no queda claro quién podría continuar ondeando las banderas obradoristas dentro de Palacio Nacional.
Un año no basta para extinguir el hastío, el cansancio y la desesperanza que sembraron los dos partidos otrora dominantes en la sociedad mexicana, que vio en Morena y Andrés Manuel un escape viable –más por ser el único que por ser el mejor- sin importar las formas y los costos. Un año tampoco ha sido suficiente para que PAN y PRI aprendan que para ser oposición se requiere seriedad, dignidad y sobre todo organización, elementos muy ausentes entre las cúpulas partidistas y que terminan causando vergüenza entre sus propios militantes.
A un año de gobierno, a pesar de los pesares y con todo y los aciertos y desaciertos, con la falta de autocrítica del Gobierno Federal y ante la ausencia de una oposición seria y ordenada, con las interminables mañaneras, con las pifias legislativas y con todo, que alguien conteste si volvería a votar por AMLO, de manera real y a conciencia, solo admite una respuesta posible y contraria a la sabiduría popular, que dice que no se debe contestar una pregunta con otra: ¿Y si no es él, quién?