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A menos de una quincena de la entrada
en vigor del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), no son pocas las quejas que van apareciendo por distintos medios sobre la falta de atención médica para los ciudadanos y la ausencia de información suficiente entre personal de salud y la población.

Además, se va sintiendo el impacto de la cobertura real de este nuevo instituto, que a diferencia del Seguro Popular
solo cubrirá el primero y segundo nivel de atención médica, quedando fuera los hospitales de alta especialidad. ¿Es entonces malo el Insabi?

¿Debió permanecer el Seguro Popular? Las respuestas a estas interrogantes son relativas. El Insabi nace como cambio de paradigma en elsistema de salud, mismo que, además de estar en un abandono innegable, sufría de lo que sufren la mayor parte de las políticas públicas diseñadas en México: la inmediatez.

El Seguro Popular cubría a gran parte de la población no afiliada al IMSS o al Issste, pero no estaba diseñado como un programa que cumpliera el mandato constitucional que obliga al Estado a brindar atención médica a todos los ciudadanos.

Es cierto, progresivamente se le aumentaban recursos y se ampliaban los padecimientos cubiertos,
pero crecía también la dependencia de los servicios de salud privados, delegando la responsabilidad estatal(sin contar con las numerosas investigaciones que señalan el mal manejo por las entidades federativas de los recursos destinados al Seguro Popular).

Así, tras años del Seguro Popular se aumentaban las subrogaciones y aparentemente se cubría a más gente, pero la estructura pública sanitaria no solo no se fortalecía, sino que se deterioraba.

Era como si el Estado, ante la necesidad de proporcionar educación a sus gobernados, pagara las colegiaturas de los estudiantes en escuelas privadas en lugar de construir escuelas públicas y mejorar las existentes.

El Insabi pretende dar cobertura universal y asumir la obligación emanada de nuestra Carta Magna.Sin embargo, es una realidad que el nuevo instituto también peca de inmediatez.

Resulta irresponsable desaparecer de un plumazo un programa que, si bien tenía que cambiar su esencia, llevaba años con una mecánica que por lo menos satisfacía las necesidades sanitarias de la población. Básicamente se apretó un botón que reinició la política de salud en el país, pero estando las instituciones en la misma situación de abandono: los hospitales y centros de salud, así como su personal, resultan insuficientes para una población de más de 120 millones de habitantes y las secretarías locales han contribuido también a esta situación.

Quizás lo correcto y más sensato hubiese sido fortalecer el sistema de salud mexicano (construir más hospitales y centros de salud, dar más plazas y contratar más profesionales del rubro) y paulatinamente ir disminuyendo la dependencia del sector privado.

Claro, eso no hubiese sido noticia de una mañanera ni titular de periódico, lo que tanto gusta a nuestro presidente, qu parece insistir en la creencia de que, con el cambio a la norma, cambia la realidad.

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