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Según información de la OMS y la Secretaría de Salud federal (ambas fuentes consultables en internet), el tiempo de incubación del virus causante del Covid-19 oscila entre 1 y 14 días. Sin embargo, la frecuencia media de incubación circula entre los 5 y 6 días. Es decir, estadísticamente, la mayoría de las personas que presenten síntomas lo hará menos de una semana después de haberse expuesto al coronavirus.

Al momento de publicarse esta columna habrán pasado catorce días desde que el gobierno del estado implementara la “ley seca” y la “restricción vehicular”, acompañadas ambas de otras medidas como el cierre de playas, marinas y que los taxis y vehículos de transporte privado no puedan llevar a más de un pasajero a la vez. Catorce días habrán pasado desde que, en este mismo espacio, señalamos como hoy y otras veces que las políticas encaminadas a mitigar la propagación del coronavirus en el estado dan muestras claras de improvisación, además de seguir demostrando una incomprensión terrible de la realidad de nuestra entidad. ¿Cómo puedo aseverar esto? Si partimos del hecho de que la mayor parte de los contagiados sintomáticos verán deteriorada su salud dentro de los primeros 5 o 6 días posteriores al contacto, esto quiere decir que para el lunes o martes posterior a la aplicación de las medidas gubernamentales, de haber funcionado éstas, se habrían registrado cifras menores que las que se arrojaban antes de las medidas de contención. Pero incluso siendo conservadores, pensando en que efectivamente hay un atraso, un desfase entre los casos que se detectan y los que se registran y publican posteriormente a la sociedad, esperaríamos que -de haber funcionado estas restricciones-, para el jueves, viernes e incluso sábado de la semana pasada se hubiese visto un decrecimiento en el número de contagios, de hospitalizaciones e incluso de defunciones. Los números son públicos y la realidad es lamentablemente contundente: toda la semana pasada fue la más dura para Yucatán tanto en contagios como en defunciones por Covid, desde aquel primer caso en la entidad en el mes de marzo. Las medidas claramente no están funcionando.

¿Pero acaso podemos parar en seco la epidemia?, ¿podemos lograr que no haya más contagios y defunciones? Por la naturaleza misma de la enfermedad eso no es socialmente posible, aunque sí lo es mitigar, reducir y desacelerar el contagio entre la población. Pero las medidas que tomó y continúa tomando la autoridad estatal no son las adecuadas. Ha habido aciertos, como hacer obligatorio el uso de cubrebocas o ampliar las banquetas del centro, pero las políticas fundamentales -como señalamos la semana pasada- se han dedicado a construir un enemigo y no a atacar el problema. Sí, el Covid puede propagarse a través de las reuniones caseras, pero la mayor fuente de contagio no está circulando a las 11 p.m. por las avenidas o esperando a que abran el expendio de cervezas, sino en autobuses y paraderos, en las calles y comercios; ahí donde la gente tiene que salir y amontonarse para subsistir, aun a costa de su salud y la de su familia. Una semana sin rectificar es una semana perdida ante la epidemia.

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