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La columna pasada hablábamos sobre cómo la indiferencia de las autoridades -sin contar con las especulaciones de corrupción y opacidad, de las que este servidor no hablará al carecer de pruebas- podía lograr graves afectaciones a la sociedad, tal y como ocurrió en el fraccionamiento Las Américas y otras colonias de Mérida en donde, aunque usted no lo crea, todavía hay calles inundadas prácticamente dos semanas después del golpe indirecto y lejano del huracán Delta a la capital.

Ha habido respuesta por parte de las autoridades al llamado urgente de los ciudadanos para solucionar este problema, al que no puede señalarse simplemente como un infortunio de la naturaleza, pero eso se ha debido, en opinión del autor, a tres grandes factores: la organización de la sociedad civil a través de manifestaciones y el diálogo; la orden de los órganos jurisdiccionales que se han pronunciado porque el Ayuntamiento cumpla con sus obligaciones constitucionales, y la cercanía con las elecciones de 2021, lo que hace que las autoridades que han manifestado la intención de reelegirse tengan especial cuidado con la imagen y la percepción mediática que crean estas situaciones. Como “extra”, podemos decir que por tratarse de la capital del estado se ha dado una atención especial a los vecinos afectados.

Y puedo aseverar este último punto por lo siguiente: no sólo Las Américas o Santa Fe se inundaron. Todavía al día de hoy hay comisarías como Komchén, Noc Ac o Xcunyá en donde el nivel del agua apenas ha bajado dos centímetros, principalmente por la lenta absorción natural del suelo y la evaporación. A decir de algunos pobladores, la presencia de la autoridad ha sido prácticamente inexistente, mandando apenas una pipa o una perforadora que resultan insuficientes. Todo el esfuerzo, todos los recursos de los dos niveles de gobierno locales en el municipio de Mérida se han concentrado en los fraccionamientos de la capital, haciendo a un lado a los vecinos -y también ciudadanos de Mérida- que habitan en esas comisarías y subcomisarías. Claro que hasta el Estado tiene limitaciones, pero ¿por qué no pedir ayuda a, por ejemplo, la Federación u otras entidades de la República, si las autoridades yucatecas se han visto rebasadas ante esta crisis?

Extra: la semana pasada se cometió un desatino más bien premeditado: el alcalde reprochó a vecinos de Las Américas por manifestarse “de maneras que no corresponden a la gente de Mérida” y “trayendo otras costumbres”. Esta diferenciación no sólo es lamentable, sino que demuestra cómo la misma autoridad divide y clasifica a la sociedad que gobierna. No hay ciudadanos de primera y de segunda, pero muchos políticos en Yucatán tienen la certeza de que el discurso xenófobo y de los “fuereños” vende. Siempre que existe alguna inconformidad por el actuar de la autoridad, sale a relucir el discurso de que son “los de fuera”. ¿Será que los yucatecos sí estamos muy contentos con las administraciones o sugieren que no nos damos cuenta de lo que hacen? En fin, al alcalde se le olvida que hay autoridades que no son precisamente oriundas de Yucatán, pero son tan yucatecas como cualquiera.

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