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Es tema de conversación entre la sociedad meridana la ciclovía que recorre gran parte de la capital. Desde hace unas semanas, distintas voces se han pronunciado tanto a favor como en contra de este proyecto que trabajan conjuntamente autoridades estatales y municipales. Líderes empresariales cuya máxima preocupación es que los trabajadores lleguen “olorosos” a sus empleos; defensores del patrimonio que acusan destrucción de una “emblemática avenida”, y hasta quienes defienden la obra argumentando que “las mejores ciudades del mundo” tienen espacios destinados a la bicicleta. Todos han abonado de una forma u otra al debate público.

Me parece que muchos argumentos no necesitan más que sentido común y cierto grado de observación para saber que, guste o no, es sumamente necesaria una intervención profunda a la movilidad urbana de Mérida y la ciclovía resulta, cuando menos, una primera aproximación válida. Basta salir a la calle para darnos cuenta de que la ciudad está pensada principalmente para el automóvil y no para el peatón o el ciclista. Las angostísimas escarpas -que están constantemente bloqueadas por postes, rejas abiertas, botes de basura y demás obstáculos- no permiten un correcto tránsito del ciudadano, que constantemente se ve obligado a subir y bajar de ellas o ya de plano a caminar por el asfalto.

Aquí, imagínese, ya ni hablamos de las personas de la tercera edad o con alguna discapacidad, para quienes resulta imposible usar casi cualquier banqueta de Mérida. En cuanto a los ciclistas, no existe siquiera forma segura alguna que permita su circulación en la vía pública. Es obvio que hay una falta de cultura vial absoluta entre los conductores de nuestra entidad, misma que ha causado cientos de accidentes en donde las víctimas -muchas veces mortales- son los usuarios de bicicletas y no los que viajan en vehículo de motor.

Pero por si el derecho al libre tránsito y la protección a la integridad (que aplican para todos y no sólo para los automovilistas) no bastara, varios estudios señalan que 1) Yucatán es el estado del país en donde más personas se trasladan en bicicleta y 2) acortar carriles vehiculares, fomentar el uso del transporte público, ampliar banquetas y tener un espacio exclusivo para ciclistas no sólo es más ecológico, sino que, aunque parezca todo lo contrario, agiliza la movilidad y aumenta el flujo de personas por vialidad.

Eso sí -y hay que ser categóricos con esto-, pintar de verde la calle o poner “isletas” para peatones no servirá de nada y será un desperdicio si no se mejora la columna vertebral y el factor fundamental de la movilidad urbana: el transporte público. Mientras las rutas de camiones sigan igual de obsoletas, ineficientes y centralizadas -mover el paradero seis cuadras no es la solución- y mientras primen esos intereses políticos, el buen proyecto que puede suponer la ciclovía se quedará en un bonito cascarón adornado, como muchos otros proyectos que quedan a medias por temor a intervenir las problemáticas de la ciudad de una manera profunda e integral.

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