La incongruencia de la Revolución

Héctor López Ceballos: La incongruencia de la Revolución

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Cuando en el 2014 desaparecieron 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero, Andrés Manuel no demoró en culpar al Estado Mexicano (y con justa razón) por la tragedia. Aunque el suceso involucraba directamente a las autoridades municipales de Iguala, vinculadas a su entonces partido el PRD, AMLO repartió responsabilidades, como lo hizo gran parte de la sociedad mexicana indignada por el caso.

En julio de 2017, un socavón en la autopista México-Cuernavaca cobró la vida de dos personas, padre e hijo, quienes murieron tras horas de esperar el auxilio médico que nunca llegó. El tramo de la autopista donde ocurrió el accidente estaba recién inaugurado por el gobierno Federal y el entonces candidato natural de la izquierda a las elecciones de 2018, dijo que lo menos que se podía esperar era la renuncia del Secretario de Comunicaciones y Transportes en turno. La sociedad mexicana, indignada por la corrupción, respaldó en gran medida el pronunciamiento del hoy Presidente de la República.

A una semana del lamentable incidente de la línea 12 del metro de la Ciudad de México, en donde hasta la fecha han perecido 25 personas -algunas siguen graves en hospitales-, el Jefe del Ejecutivo Federal no aguantó ni 10 minutos de crítica y cuestionamientos sobre el pésimo estado en que se encontraba una obra que construyeron los gobiernos de izquierda y donde, de una forma u otra, él se relaciona con quienes se vieron involucrados en el proyecto. Por supuesto que el hecho de que un tren se haya desplomado a causa de los fallos en la infraestructura que lo soporta no es culpa de AMLO: ni él mandó a construirlo ni tampoco era el responsable del mantenimiento del mismo. Pero sorprende el cinismo con el que alguien que sistemáticamente ha criticado una y otra vez a los últimos cinco gobiernos federales, se queje y patalee por las críticas naturales y socialmente razonables que se le hacen al gobierno que encabeza. Ante los primeros cuestionamientos sobre su postura por el incidente, AMLO no hizo más que descalificar -una vez más- a la prensa del país y elaborar un complot imaginario en el que todos tienen la culpa de lo que sucede, menos él y su “4T”.

No es la primera vez que se toma esta postura. Desde diciembre de 2018, toda crítica al gobierno en turno es repelida por la demagogia y el discurso victimista del Presidente. Gran ejemplo resulta la crítica mordaz y constante que se le hiciera a la llamada “casa blanca” de Peña Nieto o la estafa maestra de la SEDESOL, señaladas por AMLO como la típica conducta del neoliberalismo o del viejo régimen. Pero cuando hoy se le pregunta por casos como los resultados de la Auditoría Superior de la Federación que destapó irregularidades en programas sociales o cuando se le cuestiona su constante golpeteo a las instituciones democráticas del país, todo siempre resulta ser una conspiración de “los de antes”, “los adversarios”, que van maquilando un plan para acabar con la Revolución amlista.

Sería más respetable un AMLO populista -de izquierda no hay nada-, pero que al menos fuera congruente.

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