Gracias, don Martiniano

Héctor López Ceballos: Gracias, don Martiniano

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Mi interés por la escritura inició en la preparatoria. En aquél entonces publicaba algunos ensayos en blogs y páginas de diferentes temáticas. La historia y la crónica llamaban especialmente mi atención y poco a poco fui iniciándome, ya en la Universidad, en los tópicos políticos y sociales. Así junté con los años un buen número de escritos diversos, tanto en papeles como en archivos tras la pantalla, que esperaba algún día fueran una especie de currículum o carta de presentación para poder participar en espacios más formales.

Durante mucho tiempo mandé opiniones y textos diversos, incluidos los que tenía en mi archivo, a diferentes medios de comunicación del Estado. Sabía que empezar a escribir en otros niveles no era sencillo, pero no esperé nunca que prácticamente todas las puertas se me encontraran cerradas. Seré honesto, en muchas oficinas ni siquiera me atendieron y vi cómo dejaban a un lado los escritos impresos que les llevaba. De tener respuesta a los correos electrónicos que enviaba a los departamentos editoriales ni hablar.

Fue en el 2018 cuando, por conducto de personas de mi aprecio, conocí a don Martiniano Alcocer Álvarez. Nuestra primera comunicación fue por correo electrónico, a través del cuál le envié algunos de los escritos que tantas veces había mostrado y que yo creía no tenían más valor que el de la tinta gastada en ellos. Creo que pasados dos o tres días recibí respuesta de don Martiniano, citándome en un café de una plaza comercial un sábado a eso de las 11 de la mañana. Llegué puntual a la cita y el jefe ya se encontraba ahí, junto con el señor Gínder Peraza Kumán, también colaborador de esta sección y a quien había citado al mismo tiempo. De poco sirvió haberme preparado en el camino para cualquier cuestionamiento o entrevista que me pudiera haber hecho: directamente don Martiniano me presentó como el nuevo colaborador semanal de El Poder de la pluma. “Te toca los lunes (me cambié luego a los martes). Sólo mándame el nombre de tu columna y una foto para que la encabece”. No llevaba ni medio café cuando la reunión terminó e inicié un aún muy joven y corto camino como columnista.

A don Martiniano le debo el espacio que ocupan estas líneas. El Tolok no tendría albarrada si el jefe no le hubiese abierto las puertas que en otros muchos lugares encontró cerradas. A punto estaba de rendirme cuando me ofreció incondicionalmente una ventana desde la que hoy puedo ventilar mis ideas. En los casi tres años ininterrumpidos que llevo arrastrando la pluma y teniendo el privilegio de compartir con excelentes colaboradores, nunca don Martiniano tuvo objeción, señalamiento o censura alguna por lo que escribo.

El último mensaje que tuve de él fue su tradicional “Héctor, ¿a qué hora llegas?”, en referencia a alguna dilación vespertina y viciosa en mandar mi columna. Su fallecimiento lo lamento mucho, pero mi gratitud hacia él será eterna. Descanse en paz una institución del periodismo yucateco, pero sobre todo, un excepcional ser humano. Gracias, don Martiniano. Nos vemos desde la albarrada.

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