Condenar todas las guerras
Héctor López Ceballos: Condenar todas las guerras
El conflicto entre Rusia y Ucrania ha acaparado los titulares de casi todos los medios de comunicación en los últimos días. Cada segundo aparece una nueva nota con mapas y flechitas que muestran el avance ruso en el llamado “granero de Europa”, así como fotos de vehículos blindados, explosiones, trincheras y, por supuesto, civiles atemorizados. Ya sea ocultos en el metro de Kiev o saturando las carreteras que escapan de Ucrania, las imágenes de quienes resultan más afectados en la guerra han dado la vuelta al mundo.
Pero dejando a un lado el sufrimiento palpable del pueblo ucraniano -si es que tal cosa me es permitida en unas pocas líneas-, me gustaría abordar un tema del que pocos (quizá ninguno) medios de comunicación han hablado: la doble moral del discurso internacional y sus canales de comunicación.
La Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y ciertos organismos internacionales que ni tienen que ver con la política, como la Fédération Internationale de Football Association (FIFA) o el Comité Olímpico Internacional, han pronunciado su enérgico rechazo a la incursión rusa en Ucrania y, en el caso de los países, han incluso sancionado a la Federación Rusa sacándola prácticamente del sistema bancario internacional y cerrado espacios aéreos a los vuelos provenientes de ese país. Y antes de que considere usted que mi discurso se encamina a ser prorruso, déjeme decirle que no. Quien suscribe rechaza categóricamente cualquier intervención de un país sobre otra nación soberana y reprueba la guerra como forma de resolver conflictos internacionales. Sin embargo, me gustaría que se tome un poco el tiempo para reflexionar sobre el uso maniqueo de las sanciones a un país que, simple y sencillamente, hace -de forma equivocada- lo mismo que han hecho las naciones que lo sancionan.
Dan qué pensar las declaraciones del Gobierno de EUA cuando condena las incursiones militares de Moscú, justo el mismo día de bombardear el territorio de Somalia o de haber incursionado en Afganistán, Pakistán y Libia. Son curiosas las condenas de la Unión Europea, cuando España, Inglaterra, Francia -y hasta Canadá, en el caso americano- han enviado tropas, vehículos y aeronaves a invadir países como Irak y Siria para “derrocar dictadores y proteger a la población”. ¿En qué se diferencia eso con lo que declara y realiza Vladimir Putin? ¿Cómo condena Israel, por ejemplo, un bombardeo a Ucrania cuando al mismo tiempo hace lo propio en Siria? ¿A esos países que hoy se sienten con la autoridad moral de sancionar, quién los sancionó? La FIFA expulsa a Rusia del fútbol internacional y le impide participar en el mundial próximo. Si FIFA sancionara a todos los países que invaden a otros, media Europa, Estados Unidos y otras tantas naciones no habrían jugado los últimos tres o cuatro mundiales.
Sí, lo que hace Rusia es reprobable (que bien podríamos platicar en una columna las razones históricas y geopolíticas con que Rusia justifica estas acciones), pero hay que condenar la guerra en todos lados y de todos los colores, porque si no, parecerá que el mundo inicia y se acaba en occidente y lo demás es otro planeta. ¿O acaso hay vidas que valen más que otras? Ojalá, de ahora en adelante, todas las guerras se rechacen con la misma vehemencia y publicidad.