El fin de la diplomacia

Héctor López Ceballos: El fin de la diplomacia

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El jueves pasado sorprendió México a la comunidad internacional con la respuesta del Presidente al Parlamento Europeo. Sorprendió no por el contenido sustancial de la misma -que no existe-, sino por la total ausencia de forma, diplomacia y la tradición mexicana de ser paradigma en cuestión de relaciones internacionales.

Para ponernos en contexto, basta decir que el Parlamento de la Unión Europea -esa gran Cámara de eurodiputados que legislan sobre aquel organismo supranacional- emitió una resolución mediante la que expresa su preocupación por la situación de violencia que viven los periodistas mexicanos. Por si no lo sabía usted, México es el país más peligroso para ejercer el periodismo en el mundo, incluso más peligroso que algunas zonas en guerra. El número de personas asesinadas por dedicarse a esta necesaria profesión es alarmante y, a esa situación preocupante, hay que sumarle los constantes ataques presidenciales a la prensa que le critica, incluso a aquella que antes consideraba “buena” por criticar a los gobiernos anteriores.

Es totalmente cierto que el Parlamento Europeo manchó su resolución al hablar de temas ajenos al principal y viciados, como cuestiones energéticas o al tocar el tema del populismo asociado al Presidente de México. Fue un gran desacierto y un mal manejo diplomático hacerse eco de problemas políticos mexicanos distintos al justo reclamo de Justicia por el peligro que corren los periodistas en este país. Sin embargo, igual de desaseada fue la respuesta penosa que López Obrador escribió -él mismo, como admitió- y mandó al Legislativo de la UE. Además de ser una carta llena de falacias, de demagogia pura y que demuestra la poca -o nula- pericia diplomática del mandatario, la respuesta a la UE se caracteriza por no responder nada. Es decir, en ningún momento AMLO niega o desvirtúa el argumento principal de los eurodiputados: en México ejercer el periodismo es trabajo de alto riesgo.

No es incorrecto que un Presidente exija respeto por su país. El punto es que ve un problema donde no lo hay, pero desatiende el que sí existe. Además, hay un doble discurso entre pedir que la UE no se meta en política mexicana, justo un día después de defender al mandatario argentino de sus adversarios políticos y criticar a la oposición del país sudamericano. ¿Acaso nosotros sí podemos intervenir en política interna de otros países, pero nadie en la nuestra?

A eso hay que sumarle que muy seguramente la respuesta de AMLO fue premeditada, intencional y medida -lo que preocupa todavía más a que haya sido impulsiva y reaccionaria-, probablemente para distraer la atención de otros temas relevantes y de los que hemos discutido ampliamente en esta columna. Si es así, estamos ante más de lo mismo: el circo, la cortina de humo. Si no, estamos ante un Gobierno que improvisa y decide con la víscera, tal y como muy seguramente hace con el resto de las decisiones políticas. ¿Cuál preferiría usted?

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