La integración americana

Héctor López Ceballos: La integración americana.

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La integración internacional es importante. A lo largo de la historia de la humanidad han surgido diversas organizaciones encaminadas a coordinar las acciones de las naciones y a sumar esfuerzos que desemboquen en la consecución de metas comunes en beneficio de la sociedad. Desde tratados internacionales en materia de cooperación económica como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (hoy TMEC), las Zonas de Libre Comercio, los mercados como el Mercosur, hasta organismos mucho más complejos como la Organización de Naciones Unidas, la Unión Europea (UE) y, por supuesto, las añejas alianzas militares como la Organización del Tratado del Atlántico Norte y el Pacto de Varsovia (hoy extinto). Siempre los países han mirado hacia, en mayor o menor medida, una integración que desdibuje fronteras o que proteja intereses regionales.

América no es la excepción. Desde hace muchos años, décadas de hecho, los países sudamericanos han intentado crear una especie de comunidad regional tipo UE que permita al libre tránsito de personas y bienes en su espacio geográfico, contemple una moneda y mercado comunes y establezca una especie de Estado sobre los estados. La iniciativa podría remontarse hasta las épocas de Simón Bolívar, el Libertador, aunque podríamos recordar más recientemente los esfuerzos del ex presidente de Brasil, Lula da Silva, el argentino Néstor Kirchner y, ¿por qué no decirlo?, el polémico Hugo Chávez de Venezuela y el patriarca de la Revolución Cubana, Fidel Castro. México había abandonado su papel de gran hermano de Latinoamérica que ostentó durante buena parte del siglo pasado y a partir del llamado neoliberalismo económico volteó a ver a su vecino del norte, con quien la relación es francamente desigual, inequitativa y asimétrica, dado el desarrollo económico y la línea ideológica de los Estados Unidos.

No quiero decir para nada que México tenga que alejarse de Estados Unidos, pues el país anglosajón es nuestro más estrecho socio comercial, además de compartir una frontera amplia por la que diariamente cruzan cientos (o miles) de seres humanos. Sin embargo, sí considero necesario que México recupere su protagonismo político, diplomático y económico en Latinoamérica, región compuesta por países mucho más similares a nuestra nación en cuestiones sociales, económicas, políticas y hasta culturales. Hay que reconocer la labor del Gobierno Federal actual en cuanto a la relevancia que México va teniendo cada vez más en la región latinoamericana, pero también hay que decir que estos aciertos son consecuencia, más que del discurso presidencialista, del trabajo preciso y constante que se ha venido realizando desde la Cancillería Mexicana (la Secretaría de Relaciones Exteriores) que ha sabido devolver a México su protagonismo, a veces incluso a pesar del Presidente de la República.

Que los programas sociales se apliquen en países distintos a México, que se destinen recursos a otras naciones dadas las condiciones actuales de nuestro país, y que sirvamos de contención a una nación que ya no quiere inmigrantes, son otros temas que deberemos tratar profundamente, pero en otra columna.

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