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Como parte del recuento de las cinematografías latinoamericanas que estoy realizando, hoy toca poner el ojo en una de las industrias del séptimo arte que detonó en los últimos 10 ò 15 años, con la transformación de algunas políticas gubernamentales y la creación de Proimágenes (Fondo Mixto de Promoción Cinematográfica). Me refiero al cine colombiano.

Desde aquella primera cinta de ficción, “María”, en 1922, dirigida por Alfredo del Diestro y Máximo Calvo Olmedo, españoles que vinieron al continente a aportar a las nacientes industrias cinematográficas latinoamericanas, el cine echó raíces en territorio cafetero y comenzó un camino que hoy en día lo tiene perfectamente posicionado, aunque con los problemas recurrentes de otros países latinoamericanos, sobre todo el dinero.

Basta mirar atrás para darse cuenta del gran crecimiento de la industria cinematográfica colombiana, cuando vemos filmes como “María, llena eres de gracia”, que indaga en el drama de las mulas del narcotráfico, dirigido por el estadounidense Joshua Marston en 2004; “El colombian dream”, de Felipe Aljure, en 2006, una especie de psicoanálisis de la sociedad colombiana de aquella época; “El vuelco del cangrejo” (2009), dirigida por Óscar Ruiz Navia, una oda a la defensa del territorio y las tradiciones o, más recientemente, “El abrazo de la serpiente”, ganadora del Art Cinema en la sección Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes en 2015.

Sin duda, el cine colombiano es un caleidoscopio de temáticas, actores, directores y sentimientos, que en algún momento fue tajantemente catalogado como la vitrina del narcotráfico, pues mucho cine y series de televisión tuvieron que ver con el tema, encaminando la mirada del mundo al cine que retrató la delincuencia que azotaba aquel país.

Series como “El patrón del mal”, “El cartel de los sapos”, de Caracol Televisión, o películas como “Sumas y restas” (Víctor Gaviria, 2004), “Pájaros de verano” (Ciro Guerra/Cristina Gallego, 2018), han puesto el dedo sobre una llaga que no se cura en el cine cafetalero.

Justo hoy quiero recomendar un filme fuerte de esa época compleja, en que se abonaba tanto al tema, un largometraje tajante, lleno de crudeza y simplicidad, pero que expone al espectador en carne viva los efectos del narcotráfico en todos los niveles sociales, me refiero a “La vendedora de rosas”, un filme que encontrará en las plataformas de video bajo demanda de manera gratuita.

La cinta es dirigida por Víctor Gaviria, uno de los cineastas representativos de los años ochenta y noventa en la nación colombiana, y narra la historia de joven vendedora de rosas llamada Mónica (Natalia Reyes), quien se encuentra envuelta en un ambiente de violencia y maltrato, por lo que huye de su familia para refugiarse en el inframundo colombiano, donde los cárteles mandan en su más básico nivel y reina la ley del más fuerte.

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