Canción para la bebe
El Poder de la pluma
Es una tarde de las de siempre en Mérida, con intenso bochorno y una aparente calma. La gente atiborra los camiones que se dirigen a los barrios luego de una dura jornada. Antes de subirse, muchos compran dulces, chicharrones, fruta picada, para hacer un poco más placentero el trayecto.
Pero también hay quienes aprovechan este momento para conseguir “para la papa”. Son aquellos que se trepan y ofrecen algún dulce, cancioncita o rutina cómica a cambio de una moneda. Siempre son jóvenes acompañados de sus instrumentos o payasitos de la calle.
Pero en esta ocasión es distinto, al microbús se sube un hombre moreno y flaco, que tiene signos evidentes de cansancio. Lleva consigo una humilde cangurera con una bebé pegada al pecho.
El señor saluda a todos los presentes. De primera no logro comprender lo que dice pero inmediatamente anuncia que interpretará una canción infantil para alegrarnos la tarde. Entonces, el señor flaco y moreno cambia a una voz chillona y comienza con la famosa tonada de Barney: “Te quiero yo y tú a mí…”
Mientras canta, el señor moreno y flaco se dirige a su hija, acaricia su cabecita, le hace gestos simpáticos, juega con sus manos pequeñitas. La bebé responde con una espontánea risa y logra contagiar a algunos de los pasajeros. La bebé luce muy feliz junto a su padre, no sabe que él pide dinero porque quizá aún no ha probado bocado o no tiene para la leche del día siguiente.
Al terminar, el señor dirige a los presentes un breve discurso. Tiene un “acento” diferente. Parece hondureño, salvadoreño o chance y sea de Cuba, no sé muy bien. Dice ser un migrante que anda de paso en Mérida y se dirige hacia “el norte”. Pide bendiciones para él y su familia, agradece a quienes le regalan unos pesitos.
Luego se baja e inmediatamente busca otro camión.
Quizá algún día, cuando ambos encuentren aquello que anhelan, el señor moreno y flaco le cuente a su pequeña sobre esta travesía.