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Son las cuatro de la mañana del lunes. Asunción ya está despierta. Casi siempre duerme un poco más, pero hoy, como es lunes, le toca viajar de su pueblo a la ciudad capital. El trayecto dura cerca de hora y media; sin embargo, en inicio de semana las filas para abordar el camión siempre son mucho más largas, por lo que ella toma precauciones. Y es que su patrona es “medio especial” con eso de los horarios, y llegar tarde siempre implica un regaño. Es por eso que a las seis en punto de cada lunes Asunción ya se encuentra en la casa en donde trabaja.

Es una casa muy bonita, muy grande. Tiene bardas altas y una piscina grandísima que es la salvación de la familia en días como éstos, en los que el calor sofoca a cualquiera. Aunque en varias ocasiones la “patrona” le ha reiterado a Asunción que ella es “como de la familia”, la joven empleada nunca se ha refrescado en esa piscina. Tampoco tiene derecho a utilizar la “tele” de la sala o de comer en la mesa principal. No es que sean reglas explícitas, o que se lo hayan prohibido cuando comenzó a trabajar ahí. Simplemente son cuestiones que por “lógica” las empleadas de la casa respetan.

Las labores de Asunción van desde preparar la comida para toda la familia hasta alimentar a los perros. También tiene que limpiar la casa, aunque eso es un pendiente que realiza a lo largo de la semana. En un día es imposible. Lo sabe porque una vez lo intentó. Quería demostrarle a la señora que se podían hacer las labores en una jornada y así entonces viajar más seguido a su pueblo, pero no pudo. Entonces la patrona la convenció de quedarse en la ciudad toda la semana y los sábados muy temprano viajar para visitar a su familia. Además, Asunción sabe que es más seguro. De su casa al trabajo tiene que atravesar zonas totalmente oscuras y peligrosas, incluso, en una ocasión, una amiga del pueblo que también es “muchacha” fue abusada al salir del trabajo. Aquella vez, los patrones de la joven aseguraron que ella era la culpable de lo que había pasado, pues insistió en viajar muy de noche. Por eso la “retiraron” del trabajo, aunque le dieron un dinerito que porque la apreciaban mucho, eso dijeron.

Asunción vive tranquila, le gusta lo que hace. Aunque a veces quisiera tener un trabajo menos pesado y una casa propia, quizá no tan ostentosa como la de sus patrones, o quizá y sí. Como ella suele decir: “Con mucho esfuerzo y trabajo todo se puede”.

Nota: esta semana el Senado aprobó las modificaciones a la Ley General del Trabajo, con las que se otorgan derechos a las empleadas domésticas, como jornadas de ocho horas, lugares dignos para habitar, vacaciones, seguro social, entre otros. Ojalá y esto sea respetado.

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