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Quien sienta cátedra o pontifica en una novela comete sin duda una pifia estética, pero quien se regodea demasiado en la retórica banaliza una evasión creadora que languidece y muere de asfixia cuando le da la espalda a la vida.- Enrique Serna

Muchos son los escritores que denuncian casos de racismo, clasismo o cualquier forma de discriminación que aún permee con fuerza en nuestra sociedad, pero que en su mundo aún mantienen estas actitudes y no desean cambiarlas.

También son muchos los escritores que en sus textos juzgan y prejuzgan a cualquiera que cometa un error, a la vez que siempre intentan imponer sus utópicos ideales sobre cómo deben comportarse las personas. Estos autores (quienes se consideran los ciudadanos más respetuosos, los amantes más leales y los humanos más valiosos) abundan en los libros, las columnas, las ponencias y por supuesto en Twitter; y siempre justifican sus actitudes con la bandera de “la crítica”.

En este contexto, los escritores honestos y que se entienden como humanos valen el doble. Aquellos que no escriben para enjuiciar a los demás o sentirse mejores personas, aquellos que saben que no existen los hombres buenos o malos, y que la literatura no está a disposición de la moral o las buenas costumbres; son aquellos que pueden llegar con mucha más facilidad a sus lectores y que podrán escribir por los siglos de los siglos, pues un escritor es mucho más profesional cuando no juega el papel de Dios sino el de humano.

Digo lo anterior, porque a mi parecer Enrique Serna es uno de estos últimos. Humano antes que artista, el autor capitalino ha logrado consagrar su obra a través del relato de las tragedias humanas basándose en los pensamientos y sentimientos más oscuros, aquellos que comúnmente la gente se suele llevar a la tumba. Sus personajes no son héroes, no intentan serlo y casi nunca se comportan como tales. Son más bien seres conducidos por los impulsos, el miedo o las frustraciones, y es entonces cuando cualquiera puede identificarse con el destino de estos personajes. La tragedia es más cercana cuando habla sobre seres comunes.

Pero más allá de sus cuentos y novelas, la carrera de Enrique Serna también invita a reflexionar en las actitudes de gran parte de los escritores y artistas, quienes viven encerrados en una burbuja a la que se han atrevido a catalogar como el “mundillo literario”, aquel en el que los egos y el poder son mucho más importantes que el mismo arte. En esa labor diaria llamada “congruencia”, la cual resulta sumamente difícil para los escritores, Serna ha entregado buenos resultados hasta el grado de convertirse en un autor que se ha ganado el respeto del egocéntrico canon literario, a pesar de desmenuzar sus peores vicios a través de las novelas.

Nota: Enrique Serna recibirá el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2020, entregado por la Filey.

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