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“La Revolución”, la polémica obra del artista chiapaneco Fabián Cháirez, fue adquirida por un empresario español y ahora formará parte de una colección privada de obras que han sufrido censura debido a las discusiones sociales que plantean.

Dicha pintura causó revuelo recientemente al ser parte de la exposición “Emiliano: Zapata después de Zapata” en el Palacio de Bellas Artes, ya que la narrativa de la obra corresponde a un charro a caballo que destaca por sus rasgos “afeminados” (o que por lo menos comúnmente se relacionan con lo femenino).

Aunque estrictamente esta obra no sufrió censura, pues nunca fue retirada de la sala en la que estuvo expuesta, sí fue irrazonable el número de críticas y detractores que atacaron la propuesta artística debido a que la consideraron una ofensa contra el personaje histórico. Ver a un charro bigotudo con tacones negros y piernas delicadas quizá hubiera provocado reflexión en cualquier otro país, pero no en México, aquí provocó corajes, pues porque simple y sencillamente los íconos patrios son “importantísimos” para el mexicano (cuando nos conviene).

Aunque Cháirez ha señalado que al crear esta obra nunca intentó representar a Zapata, y que esto fue una apropiación que posteriormente le otorgó el público, sí es destacable el hecho de que una pintura haya generado tanta controversia y reconfigurara el papel del arte al abordar la historia nacional.

Quizá el arte y la historia mexicana perdieron su relación desde la decadencia del Muralismo, luego de que durante esta época sus artistas se encargaron de construir el imaginario de “lo mexicano” alrededor del mundo.

Desde la celebración del Centenario de la Independencia y la posterior lucha revolucionaria, el arte nacionalista fue difundido por todos los rincones del país. Si bien en un principio el Muralismo representó una vanguardia de importancia histórica, el uso que tuvo por parte del gobierno debido a su función didáctica y unificadora generó un desgaste del discurso ideológico y de la técnica que hizo de los llamados “tres grandes” (Rivera, Orozco y Siqueiros) piezas fundamentales en la historia del arte.

Uno de los grupos que aprovechó este desgaste muralista fue la llamada Generación de la Ruptura, una serie de artistas plásticos que impulsó una “contracorriente” al arte dominante de la época.

Los “rupturistas” mostraron la capacidad de observar más allá de la “Cortina del Nopal”, como bien aseguró José Luis Cuevas, y muchos de ellos tomaron influencias del extranjero (especialmente de Europa) para formarse un estilo artístico.

A partir de ahí, han sido pocos los creadores que se han interesado por replantear o debatir la conciencia histórica mexicana a través de sus obras. Son pocos los que se atreven, quizá porque pues al mexicano poco le importa la historia, a menos que se metan con su personaje favorito, Zapata (un señor bigotudo que aunque no sabemos bien qué hizo, tiene hasta película). Entonces sí nos encabronamos y hasta visitamos los museos para criticar la obra. Así somos los mexicanos.

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