Un calor de siglos, el de Yucatán
Joed Amílcar Peña Alcocer: Un calor de siglos, el de Yucatán
Los cronistas de la invasión europea que renombro a estos territorios como América, así como los viajeros de los siglos XVIII y XIX, construyeron imaginarios sociales sobre estas tierras y sus habitantes a través de sus textos. Sus apreciaciones fueron atravesadas por el prejuicio y un marcado eurocentrismo, uno de los puntos que más incomodidad les causó fue el calor yucateco.
Antonio de Herrera en su Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar Océano de 1726, describe a Yucatán en los siguientes términos: “Atraviesa a Yucatán de esquina a esquina, una sierra pequeña, que comienza cerca de Champotón, y que sigue hasta la Villa de Salamanca, que es el cornijal contrario al asiento de Champotón. Esta sierra divide aquella tierra en dos partes. La parte de mediodía, que es hacia Lacandón, y Tayza, esta despoblada, y siempre lo estuvo, por falta de aguas, porque no las hay, sino llovedizas. La otra mitad hacia la parte del Norte está poblada: es tierra caliente, y donde quema mucho el sol, desde que sale, hasta que se pone, pero nunca faltan los aires muy frescos, como brisas, o solanos, y a las tardes la virazón de la mar, que templa mucho el calor.”
Unos siglos después, Frédéric de Waldeck observó algunos de los inconvenientes del clima seco y caluroso de Yucatán: “la insalubridad de Yucatán se debe ante todo a su suelo pedregosos, en el que no crecen árboles centenarios; solo los hay cerca de Bacalar, de Petén y más al sur. El centro, donde escasean las aguas en general no potables, está continuamente devastado por las fiebres intermitentes y el vómito prieto. El sitio más sano de toda la provincia es Valladolid”. Durante su visita a Mérida el viajero supo de un aumento considerable de los vómitos, los cuales atribuyó al calor extremo de aquellos días.
En el siglo XX el calor siguió siendo objeto de comentarios de parte de viajeros. Channing Arnold y Frederick J. Tabor Frost visitaron Mérida en 1906, quedó como testimonio de su viaje su libro El Egipto americano, plagado de prejuicios racistas. En esta obra los ingleses aseguraron que en Yucatán “el sol despide un calor que levanta ampollas en furgones, mulas y hombres”, juicio de gran exageración.
La mayoría de los europeos que conocieron los territorios americanos asociaron al clima caluroso con la degradación de la población, con la infertilidad del suelo y otras perlas que no eran otra cosa que darwinismo social, ideas que en algunos sectores de nuestra sociedad no han aminorado ni por el paso del tiempo.Con estos breves apuntes queda claro que el calor en Yucatán no solo es cosa de todos los días, también ha sido cosa de todos los siglos.