¿Historia, para qué? (I)
Jorge I. Castillo Canché: ¿Historia, para qué? (I)
¿Para qué sirve la historia?, esta es la pregunta que más tarde que temprano se hacen quienes se encargan de estudiar el pasado, es decir, los historiadores. Marc Bloch, el gran historiador francés iniciaba justamente con dicha pregunta su Introducción a la historia –estoy usando el título en español- la cual ha sido considerada como parte póstuma de su legado teórico-metodológico; expresaba que lo que parecía una situación cotidiana de un hijo que le preguntaba inocentemente al padre sobre la importancia de enseñar historia, en realidad tenía que ver, nada más ni nada menos, que con la idea de su legitimidad. Pero no era fortuito que fuera Bloch quien hiciera tal cuestionamiento a la historia pues era junto con Lucien Febvre, uno de los encargados de la renovación de esta disciplina a finales de la década de los veinte del siglo XX con su intención de hacer una historia más humana que aquella predominante de los grandes hombres de la política y la guerra.
En efecto, durante todo el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, la validez e importancia de la historia estuvo fuera de duda al vincularse con la construcción de los Estados nacionales. Era la base más sólida donde se asentaban el nacionalismo de los nacientes países al servir para dar una identidad y pertenencia a los individuos que formaban parte de ellos; su heterogeneidad económica, política, cultural y social, se borraba (más bien se imaginaba que se borraba) por compartir una serie de símbolos e imágenes provenientes de la historia nacional como la bandera, el escudo, los colores patrios, el himno, entre otros, además de fechas celebres de batallas o del inicio y culminación de movimientos revolucionarios e independentistas donde destacaban los nombres de hombres y algunas mujeres; todo ello enseñado y transmitido particularmente a través de la historia patria.
Eric Hobsbawm, célebre historiador inglés, retomaba el asunto trascendental de la función social de la historia en uno de sus ensayos de su libro publicado en 1997, Sobre la historia, titulado con la pregunta “¿Qué puede decirnos la historia sobre la sociedad contemporánea?”. Para este historiador era evidente que el estudio del pasado trascendía la intención de quienes tienen o han tenido como motivación principal recuperarlo y preservarlo al modo del anticuario.
Así se vuelven a él por simple placer o por la nostalgia de los “viejos tiempos”; el pasado se convierte entonces para muchos en el “baúl de los recuerdos”. Sin embargo, para Hobsbawm el valor de la historia está en que su estudio permite trazar tendencias sociales, es decir, que basada en el conocimiento del pasado permite comprender el presente y proyectar el futuro; en otras palabras, informa a la sociedad presente de los riesgos que se pueden correr si se continúa por el mismo camino constatado con los resultados del proceso acabado del pasado. Así el historiador más que asentar certezas del futuro puede ayudar a construir uno mejor (continuará).