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En la mayoría de los países latinoamericanos existe jurídicamente la posibilidad de la reelección presidencial, por lo menos un mandato más consecutivo e incluso en algunos podrán ser vueltos a elegir en periodos no consecutivos, la reelección indefinida. El artículo 83 de nuestra Constitución federal niega la posibilidad de la reelección.

Los ejemplos de leyes que permiten la reelección son muchos: en el Estado pluricultural de Bolivia el mandato presidencial dura cinco años con posibilidad de una reelección en el periodo inmediato posterior (es decir, un presidente en Bolivia podría durar hasta 10 años en el poder). En la República de Chile se permite la reelección presidencial pero no de manera continua; dura cuatro años el presidente. En la nación argentina puede ser reelecto pero debe pasar un intervalo de un periodo presidencial (seis años). En Nicaragua dura el presidente seis años sin posibilidad de reelección inmediata, pero sí puede volver a ser presidente por otros seis años.En la República Oriental del Uruguay se permite la reelección presidencial no inmediata y dura en el cargo cinco años.

Son cuatro alternativas posibles: reelección ilimitada, reelección inmediata, reelección alterna y reelección prohibida. En América, son solo cuatro países los que prohíben la reelección presidencial de cualquier tipo: México, Colombia, Paraguay y Guatemala.

El Sufragio efectivo, no reelección ha sido durante muchos años bandera política de quienes garantizan que no buscan la perpetuidad en el poder. La dictadura de don Porfirio nos traumó como pueblo, impotente ante el gobernante opresor. Todo lo que suene a dictadura pasa por nuestro imaginario social y genera animadversión ipso facto. La no reelección es una muestra de desconfianza en nosotros mismos. Lo he sostenido en otros artículos, este des-principio es una constante en nuestra vida política y social.

Con la posibilidad de la revocación del mandato del gobierno se genera un mecanismo legal para evitar continuar con un mal gobernante, aunque haya sido escogido democráticamente. La voz del pueblo no siempre es la voz de Dios.

Con el riesgo que me digan iluso, imaginemos por un momento que algún día tengamos un gran presidente, que resulte un fenómeno de la política, en el sentido de que logre controlar la inflación, altos índice de PEA, balanza comercial favorable, cero corrupción, altos niveles de índice de desarrollo humano, etc; no podríamos reelegirlo y nos perderíamos de un gran gobernante.

Pero nuestro mecanismo de defensa seguro piensa todo lo contrario: hay que poner límites al gobernante porque sin duda desea perpetuarse en el poder para abusar de él, enriqueciéndose a costa de nosotros. No podemos vivir atados al pasado, a más de un siglo de la dictadura porfirista. ¿No cree, estimado lector, que llegó el momento de superar de plano la no reeleción total, en aras de que los ciudadanos finalmente decidan en realidad quiénes se quedan y quiénes se van del poder? Es solo una pregunta.

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