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Con la revolución industrial surgieron varios fenómenos económicos que a la postre terminaron por denigrar al ser humano, uno de esos es el llamado pauperismo. En términos simples éste consiste en una forma de aprovechar la necesidad humana de obtener trabajo a cambio de un salario miserable. “Es lo que hay, ¿lo tomas o lo dejas? Si no, otro lo hará”. De ahí viene la voz “paupérrimo” como sinónimo de escasez, pobreza extrema, miserable, etc.

En la antigüedad no existían trabajadores, había esclavos que eran también sometidos a abusos por parte de los señores del feudo o de los terratenientes. Desde luego que el pauperismo no ha desaparecido, se ha multiplicado en estos tiempos de utilitarismo y explotación de millones de personas en todo el mundo. La inversión extranjera directa (IED) es muestra de incapacidad de las economías nacionales para la inversión local. Es un fenómeno económico mundial.

Una forma simple de generar empleos, que utilizan casi todos los países del orbe, es abrir sus fronteras a la inversión extranjera directa. La industria maquiladora extranjera aprovecha el pauperismo para procesar sus productos a precios bajos y con ventajas fiscales que no pueden obtener en sus países de origen. Los gobiernos receptores presumen la generación de empleos, pero casi nunca dicen que son paupérrimos. Pocos hablan de las desventajas de recibir IED. Los gobernantes solo presumen las fuentes de trabajo que logran abrir trayendo este tipo de negocios a sus países. Entre las desventajas de la IED están: repatrían capitales, es decir las ganancias no se quedan en el país donde se producen, sino que regresan a sus matrices, no olvidemos que “no son palomas de la caridad”, “business are business”. Sacar riqueza de un país por lógica lo empobrece. Otra desventaja es que desplazan a la competencia local, ya que suelen ser emporios que compiten apostando a grandes proyectos con enorme cantidad de recursos. La tecnología que traen no es de punta, la mejor se queda en sus países. Las mejores plazas laborales no son para los locales sino para nacionales del país de la inversión, sus gerentes son casi siempre originarios de ellos, a los trabajadores locales les dejan los más bajos salarios. Logran cambiar patrones locales de comportamiento laboral no necesariamente para bien. Hay más desventajas, por espacio solo mencionamos éstas.

Hay que analizar si la reforma laboral en México no es un retroceso silencioso y bien orquestado en la conquista de derechos de la clase trabajadora.

Yucatán no es la excepción. El pauperismo se ha camuflajeado en formas aparentemente correctas de generar empleos. Entérese, estimado lector, cuánto gana un trabajador de la industria maquiladora extranjera en Yucatán. El gobierno del Estado insiste en traer inversión extranjera directa a nuestro Estado y lo presume con “bombo y platillos” como uno de sus grandes logros. Lo que no dice es que ese capital foráneo no es más que maquiladora. Lo que los mexicanos queremos son empleos bien pagados, no maquila paupérrima.

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