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Son terribles en manos de los políticos de oficio las masas ignorantes; que no saben ver la máscara de justicia del que explota sus resentimientos y pasiones.-José Martí

Observo con asombro una parte de la realidad política electoral de nuestro país, la propaganda a favor de Francisca Viveros Barradas “Paquita la del barrio”, Vicente Fernández Abarca “Vicentito”, María Elena Saldaña “La güereja”, Jorge Campos Navarrete “El brody” y Raúl Araiza “el Negro”. Antes el poder Legislativo tenía personajes del tamaño político de Belisario Domínguez y Andrés Quintana Roo, hoy es probable que llegue algún famoso farandulero o similar.

En nuestra realidad, ante la falta de liderazgos reales y efectivos, se acude a la fama. La sociedad mexicana desencantada del político tradicional ha puesto los ojos en los famosos. Los partidos políticos apuestan por personas con fama social para competir por los diversos cargos de elección popular, desde cantantes, deportistas, artistas, actores y hasta enmascarados luchadores. Van por alcaldías, diputaciones federales y locales e incluso por gubernaturas. Son los asegunes de nuestra frágil vida democrática.

Incluso algunos partidos políticos apuestan a perder-ganar. Las listas plurinominales están saturadas de gente de “la clase política” que, en la medida que su propio partido pierda la elección, pero ganen votos, podrán acceder a los escaños. Es la ironía en la política. Juegan a intentar ganar con gente de “la sociedad civil”. Saben que es elevada la probabilidad de no ganar, pero esto a la vez les posibilita acceder al cargo por la vía de la lista plurinominal. Otros partidos siguen apostando a personajes ya conocidos, de la vieja guardia. Piensan que su voto duro les alcanzará para ganar. Está por verse.

Este mosaico político electoral de poner en las boletas a gente famosa no es exclusivo de nuestro país, en muchas latitudes han experimentado este fenómeno. En EU los actores de cine y televisión Ronald Regan, Arnold Schwarzenegger y Clint Eastwood gobernaron en el país, una entidad federativa y un condado respectivamente. En Guatemala Jimmy Morales Cabrera, actor de cine y televisión, compitió y ganó la presidencia de la Republica, en general, fue un gobierno mediocre caracterizado por el influyentismo y los escándalos. En México, el futbolista Cuauhtémoc Blanco Bravo gobierna con poca aceptación el estado de Morelos.

Los asuntos de Estado no son cosa menor. Debemos abogar por gente con capacidad y compromiso para hacer las transformaciones que nuestro país necesita. El Estado mexicano, con todas sus inconsistencias y defectos, no es circo, carpa, teatro, auditorio, ni estadio deportivo, es el ente ficticio que nos organiza para intentar vivir en armonía social. Ni más ni menos.

Tiene razón Zygmunt Bauman: “La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”.

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