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Ahora nos toca decir esta boca es mía y recobrar el control del bien merecido y el BUEN DESTINO: avance social, preparación académica, el PROGRESO NACIONAL

La resistencia que oponemos a una nueva idea, a un cambio, a cualquier propuesta nueva, al riesgo, es algo tan innato, instintivo e instantáneo que lo experimentamos sin darnos cuenta. Nos resistimos al cambio, sin saber que nos resistimos y lo rechazamos antes de caer en cuenta conscientemente de que lo estamos rechazando. Esta resistencia rápida, oculta y efectiva es el mayor obstáculo práctico para nuestro desarrollo personal y comunitario.

Hay que reconocer que existe, sentir esa resistencia y reconocerla; mirarla a la cara, decidir con responsabilidad y en libertad qué queremos hacer con ella. Puede ser que querramos tomarla como una advertencia y echar marcha atrás y también es posible hacerla a un lado y seguir adelante por un camino nuevo.

La decisión puede ser cualquiera, pero lo importante es librarse de la “resistencia ciega” y para ello hay que aprender a desenmascararla a tiempo. La teoría es clara, sin embargo nunca se acaba de aprender respecto a la fuerza de esta resistencia que paraliza el entendimiento, frena el entusiasmo y lleva a cancelar grandes proyectos y empresas de vida. Siempre despierta interés tratar este tema al que le llamo “dar un salto de fe, al vacío…”, esa entrega en el vacío que para ser efectiva tiene que ser radical, quemar las naves como se cuenta que hizo Hernán Cortés para que no hubiera otra opción sino la de seguir adelante, o como el primer vuelo del pájaro, desde el nido seguro hacia el abismo… aparentemente una acción suicida.

Es fácil entender las imágenes de dejar todo si queremos alcanzar el TODO. Alguien puede pensar… sí, pero el pájaro sabe que cuenta con el aire que lo sostiene… y yo me pregunto ¿lo sabrá? O ya en caída libre, bate sus alas desesperado y se da cuenta que ¡puede volar! Lo logró por su abandono radical de todo soporte.

Nos resistimos a la actitud de renuncia total para aventurarnos a algo nuevo, no solo a bienes materiales, sino a ideas, apegos, tradiciones, seguridades que creemos que nos protegen regulando nuestra conducta habitual y así se pierde la ocasión de mirarse a sí mism@, de mejorar, de crecer. Quien sale perdiendo es siempre quien se escapa.

Animémonos a reconocer y entender las defensas que ponemos ante todo reto nuevo, ante todo cambio necesario para seguir adelante en la vida.

El Creador nos impulsa al cambio para ser mejores cada día que nos regala: más solidarios, más conscientes para cuidar los bienes que tenemos, más honestos y más activos. “Adelante mis valientes”.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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