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Por: Juan de Ocio
Napoleón Bonaparte, emperador de Francia por voluntad propia y aclamación popular, tuvo 129 ó 130 caballos en propiedad, pero, entre todos, uno ha trascendido a los años y se ha convertido en inseparable binomio en los retratos del soberano: Marengo, un ejemplar de la raza árabe tordillo de pinta (aunque en las pinturas lo presentan blanco) bautizado así por el propio Bonaparte en recuerdo de la batalla que ganaron en esa ciudad italiana los ejércitos imperiales comandados por el corso el 14 de julio de 1800 y en la cual aquél montaba ese corcel. Era un caballo de constitución fuerte y de pequeña alzada, 1.45 m. Fue importado desde Egipto en ese año.

Entre las muchas hazañas que se le atribuyen a Marengo está que a lomos del icónico corcel Napoleón I recorrió en cinco horas de frenético galope los 130 kilómetros que separan a las ciudades españolas de Valladolid y Burgos al verse obligado a suspender su campaña ibérica para dirigirse a hacer frente a la amenaza de Austria. También se dice que fue herido ocho veces en combates y que llevó a lomos al emperador en las batallas de Jena, Wagram y Waterloo, donde fue capturado por el XI barón Petre, Guillermo Henry Frances, y llevado a Inglaterra. Su esqueleto se encuentra en el Museo Nacional del Ejército real en Sandhurst. Se calcula que vivió 38 años, entre 1793 y 1831.

El emperador galo gustaba de bautizar o rebautizar a sus caballos con nombres clásicos o mitológicos, como Cyrus, Taurus, Tamerlán, Nerón y Cerberé o de sitios en los cuales había obtenido victorias importantes (Cyrus fue rebautizado Austerlitz) como Friedland, Wagram, Montevideo y Córdoba. La mayoría de los corceles napoleónicos eran grises, bayos o alazanes (blancos solo tuvo tres) y prefería los de raza árabe porque, dada su pequeña estatura (hay quien dice que no rebasaba 1.60 metros, aunque la realidad es que llegaba a 1.68) se le dificultaba manejar animales de gran alzada. Otros dos caballos famosos de Bonaparte fueron Vizir y Blanco (que era tordillo).

Los historiadores aseguran que Napoleón no era muy buen jinete y con frecuencia cayó de sus monturas, debido a que era de piernas muy cortas y prominente torso. Sin embargo, compensaba sus carencias como jinete con una energía y una resistencia proverbiales, como la que le permitió la ya señalada cabalgata de cinco horas en la que dejó muy atrás a sus mariscales y a su estado mayor.

En su prisión en Elba, a Napoleón le fue permitido llevar ocho caballos, pero a Santa Elena solo le autorizaron llevar uno, Vizir, lo cual puso al prisionero de muy mal talante y con frecuentes arranques de cólera y reclamaciones. En Santa Elena pasaba largas horas cabalgando, pero ni eso pudo impedir su triste soledad. Murió el 5 de mayo de 1821 y durante mucho tiempo se sospechó que envenenado con arsénico, aunque las últimas evidencias forenses indican que fue por un cáncer de estómago. No se sabe qué suerte corrió Vizir.

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