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Hemos aprendido el arte de acoplarnos a todo cuanto viene a cambiar nuestros días y no se trata precisamente de una debilidad de carácter sino de una capacidad para resignarnos. Algunos de mis abuelos, o incluso mis padres, han dicho que “a todo se acostumbra uno, menos a no comer”. Lo comparto.

Entre que “las cosas pasan por algo” y “ya vendrán tiempos mejores”, encontramos temporadas de tranquilidad que sirven de tregua para recuperarnos de algún hecho y prepararnos, inconscientemente, para el próximo. Así, poco hemos considerado que nuestro yo actual es de hecho una consecuencia de nuestras versiones anteriores; de todas esas ocasiones en las que hemos tenido que acostumbrarnos a algo y tomarlo como nueva circunstancia de vida.

En la lectura correspondiente a esta semana, nos encontramos ante una historia escrita por el autor colombiano Gabriel García Márquez. “Ladrón de sábado” es un cuento que narra la historia de Hugo, un ladrón que acciona los fines de semana porque los demás días trabaja como velador en un banco.

Después de haber realizado la observación victimaria pertinente, Hugo decide invadir la casa de Ana, una mujer de treinta años que vive con su hija y su esposo. Ella lo encuentra en el acto y no pone objeción al robo, podría llevarse lo que quisiera pues guardaba algo más valioso: su hija de tres años, Pauli. De pronto la niña aparece y la actitud de Hugo cambia. En un acto siguiente, él la conquista con trucos de magia y un ambiente diferente nace en la casa. Para Hugo la idea de irse es reemplazada por la posibilidad de quedarse y hacer el papel del esposo, quien se encontraba ausente por un viaje laboral.

Ana, en un intento por salvarse, deposita un somnífero en la bebida de Hugo pero se confunde y es ella quien termina dormida. Grande fue su sorpresa cuando al despertar Hugo y Pauli juegan entre risas, la mesa está puesta para desayunar y el ladrón de pronto encaja perfectamente en su nuevo ambiente familiar temporal.

El domingo llega y con él la tristeza de un corazón que se acostumbró muy rápido a una novedad que no resultó lastimosa. Hugo se despide, devuelve todos los objetos robados y en la puerta le despiden Pauli y Ana, dejándole saber que el marido viaja de nuevo el próximo fin de semana.

Las cosas que ocurren en nuestros días pueden llegar como retos o como alientos fortuitos. Al principio nos sentiremos incómodos, pero sabremos llegar a puerto seguro. Aunque sea entre resignaciones y sonrisas.

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