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Cuando miramos hacia los recuerdos que pueden doler, pensamos en un evento y cómo éste movió las direcciones de nuestro camino. No consideramos el instante exacto en el que tomamos la decisión.

Los meses del año transcurren y cada día parece tener una nueva situación en la que nuestra capacidad de elegir será puesta a prueba. Si actuamos conforme a las situaciones y no conforme a nuestro impulso interior (ese que coquetea con nuestro arrebato y desestabiliza nuestra armonía pacifista), entonces podríamos decir que no podemos errar; las consecuencias estarán a nuestro favor y caminaremos entre aires de triunfo.

El anillo (1964), de la autora mexicana Elena Garro, es la historia de una mujer que narra a manera de testimonio cómo su desgracia pareció una gran elección fortuita que poco a poco dio un vuelco y transformó su existencia familiar.

Camila, nuestro personaje, se encontró un anillo de oro en su camino a casa. Al verlo pensó que el objeto aguardaba por ella y lo sintió tan propio que decidió llevarlo a su familia. El dedo afortunado que lo portaría sería el de Severina, su hija mayor. El anillo, que en realidad era una alianza de matrimonio, naturalmente despertó la curiosidad entre las personas del pueblo, pues daba la impresión de que Severina se había casado o había prometido su amor a alguien.

Una tarde, Camila envió a Severina por unos refrescos y ésta tardó en regresar. Cuando lo hizo, la madre notó que no tenía el anillo, que su mano estaba hinchada y su mirada se había apagado. Los días pasaron y Severina comenzó a desmejorarse rápidamente. Algo crecía en su corazón y la curandera del pueblo pudo aliviarla, pero indicó que sin el anillo la hija moriría.

Camila hizo averiguaciones y dio con Adrián, quien antes había expresado deseos por su hija y por el anillo. Le pidió que por favor le regresara la alianza porque la vida de Severina estaba en peligro y era evidente que su cuerpo se apagaba al no tenerlo. Adrián se burló de la súplica y nosotros escuchamos la consecuencia cuando Camila dijo: “No sé cómo, señor, alcancé a darle en el corazón”. Lo mató.

En otra parte de la historia, de la que Camila nunca tuvo conocimiento, Severina y Adrián se habían enamorado y ella estaba embarazada. Al desmejorar su salud, la curaron y le sacaron del cuerpo eso que la estaba matando. Al enterarse de la pérdida de su primogénito, Adrián decidió casarse con su prima. Severina agonizaba de tristeza y no por la falta de un anillo.

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