'Con nuevos ojos'
El poder de la pluma
Hay lecturas que llegan en momentos perfectos y todo cuanto leemos pareciera estar hablándole a nuestro interior como si fueran guiños del universo. Hay otras, en cambio, que se aparecen sin motivos concretos, arrojadas por un destino azaroso e impreciso, y desequilibrando ese orden mágico que todos los lectores buscamos porque creemos que merecemos encuentros fortuitos. Merecer, interesante palabra.
Lo cierto es que todos tenemos una idea bastante clara de qué es lo que esperamos de la vida. Si todo fluye y sale bien, recurrimos a la seguridad mental de sabernos buenas personas y reafirmamos esa fortuna como una consecuencia de nuestros actos o de nuestro trabajo. Si, por el contrario, las cosas no salen como queremos o el infortunio toca la puerta, consideraremos todas aquellas malas acciones que han acompañado nuestro proceder y aceptaremos en silencio que “son consecuencias de nuestros actos”. ¿Esto forma parte de la vieja escuela? Posiblemente.
Ahora bien, ¿qué pasa con lo que deseamos, lo que creemos merecer y lo que definitivamente sabemos que no merecemos? Es un tema delicado, ciertamente. Y también un ejercicio interno que no resulta fácil porque la introspección puede ser peligrosa.
En el cuento largo “Con nuevos ojos” de la autora cubana Beatriz Casal, conocemos la historia de un hombre ciego que vivía con la certeza de no ser merecedor candidato para una operación ocular que le devolvería la visión. ¿Se puede estar seguro de algo así?
Facundo Izquierdo había sido un opositor activo del entonces gobierno en Cuba y poco quería relacionarse con esos nuevos programas comunitarios. No porque no anhelara ver de nuevo, sino porque sabía que si aceptaba la operación su nombre sería reconocido y entonces lo ejecutarían.
No estaba equivocado. Sí era conocido, y pronto el rumor llegó hasta las oficinas del presidente quien ordenó un arresto militar y dio órdenes para trasladar a Facundo y a su hija a la ciudad. Luces borrosas, ruidos y voces lejanas fueron las últimas cosas que Facundo percibió antes de perder la conciencia y entregarse a lo que él consideraba un destino justo.
No conocemos sus pensamientos previos, pero sí los posteriores. Esos que vinieron acompañados de una visión nueva y que sirvieron de consuelo para un alma que se atormentó sola por años. Olvidando que si bien las acciones pasadas suelen pesar, el tiempo llega con aires de alivio y en ocasiones la gente olvida, perdona y mira con ojos nuevos.