Un diccionario distinto

David Levithan nos lleva a través de las palabras con las que no estamos acostumbrados a nombrar al amor.

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En el tiempo que llevamos juntos, escogí como punto de partida un diccionario que hablara, entre palabras conocidas, del amor, de los amantes, del discurso que nos construye a partir del hecho de amar. Creo en las repeticiones temáticas de la vida, tendemos a repetirnos en acciones, palabras y circunstancias; de momento estamos de nuevo en ese instante que hubiéramos preferido evitar. O bien, estamos exactamente en el sitio deseado.

El diccionario de los amantes (2011) de David Levithan es un libro que nos lleva a través de todas aquellas palabras con las que no estamos acostumbrados a nombrar al amor. El orden es alfabético, pero incluso en temas tan violentos y súbitos como el que nos toca, las reglas se rompen y nos atrevemos a mirarlo desde otra perspectiva.

¿Tendrían que haber diccionarios para el manejo emocional humano? Quizá sería prudente pero no tan práctico, luego las emociones cambian dependiendo del cuerpo que habitan.

Antes de vivir el amor, lo aprendemos. Ahí entra la importancia de la palabra escrita y oral; ocurre en todas las ocasiones en las que no sabemos qué es lo que nos mueve, pero en el diccionario de la vida hemos escuchado que se llama amor, entonces lo verbalizamos. Un juego maravilloso, ciertamente; incluso aprendemos a musicalizarlo, a visualizarlo, a buscarlo y rechazarlo, a no tenerlo y aferrarse. Es de cuidado, por supuesto.

Miro a un lado y prefiero nombrarlos, como se hace en el libro que nos toca, con la crudeza de la cotidianidad cuando a las vivencias se les pone título; un ejercicio difícil. Vamos en orden. El amor es Abismo cuando vive en ausencias, es Bufón cuando las almas ríen, es Cándido en las miradas y es también Desorden emocional. Efímero, Falible, Grave, Incesante, Macabro; invito a titular nuestras experiencias; regocijarnos en el hecho de sabernos únicos en un mar universal. Verbalizar a partir de lo que vivimos, de lo que escuchamos y sentimos; nombrar los rostros que acosan la tranquilidad. Ver a mis padres y nombrarlos Esperanza.

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