Los pedazos del corazón

Tendemos a agradecer todo aquello que de alguna manera llega a nosotros en forma de abundancia.

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Tendemos a agradecer todo aquello que de alguna manera llega a nosotros en forma de abundancia. Miramos con gratitud a quienes desinteresadamente nos han dado algo: alimento, dinero, miradas o caricias incesantes. Nos sabemos agradecidos y hemos aprendido a reconocer la bondad y abundancia en otras personas.

En esta ocasión, he encontrado la abundancia en un sitio que promete saciar uno de los aspectos que más ocupa mis deseos constantes: la lectura. Se trata de una página que lleva por nombre “Ciudad Seva”, en ella viven cientos y cientos de cuentos que han sido compartidos para el deleite y búsqueda personal de lo que el corazón de cada lector dicte. En este momento advierto que la lectura de esta semana no solamente se encuentra en este sitio, sino que también fue escrita por el fundador y organizador de este maravilloso mundo virtual letrado: el puertorriqueño Luis López Nieves.

En “Los pedazos del corazón” estamos ante una historia que nos atrapa con sentimientos conocidos; a alguien le han roto el corazón. El comienzo es claro y pareciera como si estuviéramos presentes en la escena: Margarita termina el noviazgo con nuestro personaje sin nombre.

El shock es paralizante, el dolor nace poco a poco entre cada oración para luego dispararse en lo que se convierte en un giro mágico: al personaje, literalmente, se la ha roto el corazón y se le ha salido del pecho. Entonces lo vemos recogiendo los pedazos de su tibio corazón e intentando pedir ayuda al 911. Los casos de corazón roto pueden necesitar todo el apoyo del mundo; y así sucede. Llega la ayuda y la mirada molesta del policía por acudir a un llamado tan banal se torna empática cuando al ver los pedazos del corazón roto busca la protección y salvación del sujeto en cuestión.

“Paciencia”, fue lo que le dijeron en el hospital, “el tiempo cura todo”. Nuestro personaje mejoró poco a poco con la convicción de que regresaría a Margarita para convertirla en pájaro y poéticamente quitarle las alas que algún día lo habían hecho volar.

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