Un vestido para la reina
“Un vestido para la reina” es uno de los primeros cuentos largos que leí en mi vida.
En esta semana, parto de un pensamiento que probablemente ha sido el más claro que he tenido en estos días que vienen con sabor a finales súbitos y términos inesperados. Quiero expresar que es posible recordar una historia a partir de lo que nos hizo sentir, incluso es posible que con la ayuda de los años, nuestra mente haya decidido olvidar algunos detalles porque los recuerdos y sentimientos actuales son capaces de recrear una mejor versión. Se sabe que re-escribimos las historias y, de paso, nos re-escribimos.
Los recuerdos se quedan en los ojos, se reproducen como pequeños fragmentos de película que asaltan nuestra tranquilidad cotidiana y de momento estamos siendo transportados a un lugar específico, a un olor, a un sentimiento. Me disculpo de antemano por evocar recuerdos nostálgicos en ti, lector.
“Un vestido para la reina” es uno de los primeros cuentos largos que leí en mi vida. Éste se encuentra en alguna edición que vive en el recuerdo escrito de las ediciones de Carrusel Juvenil de Selecciones. En ese entonces, el libro que pertenecía a mi padre y cuya portada vibraba en tonos rojos obscuros llegó a mis manos por azares, no del destino, sino de la curiosidad. La edición era peculiar, traía juegos y acertijos y también tenía un apartado para la literatura: allí estaba el cuento.
En mi mente repito el sentimiento de un niño o niña que con dificultad económica compraba un vestido para su madre enferma; como si el obsequio trajera aires que confortan un alma afligida. Recuerdo la desesperación y la tristeza de las letras que contaban un evento que significaría quizás la ausencia eterna de la figura materna. En el olvido han quedado los detalles narrativos, sin embargo el sentimiento evocado sigue siendo el mismo.
“Un vestido para la reina” ha retornado a mi memoria con una visión nueva: busquemos aliviar el alma de las personas a quienes amamos, aprovechemos el tiempo para aliviar sus penas. Busquemos a nuestras reinas y reyes; estamos en el momento para darnos.