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Más allá de entretenida, la serie La Casa de Papel, que ya lleva cuatro exitosas temporadas en televisión por demanda, usa de forma mordaz el estigma que pesa sobre policías e investigadores por las malas prácticas a las que recurren para detener el crimen, en este caso capturar a ocho ladrones que ingresan a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España y toman a un grupo de rehenes para hacerse del botín.

Dado que esta aventura, de la cual salen bien librados los carismáticos delincuentes, finaliza en la temporada 2, en la tercera y cuarta el mismo grupo tiene la osadía, sabiendo el triste papel a que se reduce la “inteligencia policial”, de asaltar el Banco de España, en ambos casos entrenados y dirigidos, desde un mando secreto de operaciones, por “El Profesor”, el líder que, mediante recursos tecnológicos pero también psicológicos y estratégicos, es capaz no solo de video-dirigir a sus pupilos, sino también ir montando trampas a la policía y dirigir a su favor a la opinión pública.

En la serie, los funcionarios policiales e investigadores al mando del operativo, en el que hay de por medio varios rehenes, son personajes caracterizados por maneras de actuar poco estratégicas, sin táctica, que se resguardan en una carpa montada a pocos metros del lugar del asalto, pero que poco pueden hacer frente a la astucia de “El Profesor”, quien no solo ha planeado el asalto en cada detalle, sino que además pone en evidencia a las autoridades al filtrar a los medios evidencias de sus actuaciones ilegales, todo con el fin de distraer la atención pública y ganar tiempo para lograr su cometido que es hacerse de las reservas de oro del banco.

Una de esas filtraciones es un video de “Río”, integrante de la banda que había sido detenido en el primer robo (a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre), en el que confiesa que durante su detención fue torturado hasta el grado de enterrarlo vivo en una tumba que él mismo había cavado, con el fin de que los fiscales obtuvieran su confesión e información para dar con los demás delincuentes.

Mientras las autoridades realizan una conferencia de prensa para desmentir los dichos de “Río”, “El Profesor” difunde en redes un video en donde uno de los torturadores confirma el hecho, lo que deja muy mal parados a los fiscales y policías acusados de la tortura y quienes al final no tienen más remedio que aceptar las acusaciones, pasando así de ser acusadores a acusados.

De este modo, el líder de la banda logra no solo desacreditar la autoridad de los funcionarios, sino también pasar el foco de la atención pública del robo a la exposición de las malas prácticas de las autoridades, además de hacer evidentes las violaciones al debido proceso.

Es claro que en esta ficción se ha querido contraponer el fenómeno que surge cuando los autores del delito tienen elementos para invocar derechos procesales que les han sido violados y que echan por tierra capturas y procesamientos, con la consecuente afectación al objetivo que es detener el crimen y hacer justicia.

Una buena opción para esta cuarentena.

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