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El tráfico de drogas es “un fenómeno de orden económico ligado estrechamente al régimen capitalista dominante en el mundo y muy especialmente a los países imperialistas”, escribió hace 80 años –y aún tiene vigencia plena- el psiquiatra mexicano Leopoldo Salazar Viniegra, un visionario médico que causó polémica en el mundo y que fue investigado por Estados Unidos a causa de sus ideas sobre el consumo de sustancias psicoactivas.

El doctor Salazar en su estudio El mito de la mariguana –citado por la antropóloga Nidia Olvera en un artículo sobre este destacado profesional- decía: “Conviene entonces ensayar un procedimiento que se funde en la experiencia obtenida y en el concepto adecuado de la toxicomanía como fenómeno humano… [y] abandonar los procedimientos de persecución del traficante, substituyéndole por los de la competencia que haga incosteable su negocio de tráfico ilícito. Es claro que el Estado se encuentra en condiciones de conseguirlo”. ¿Algo más actual que esto?
Con base en las investigaciones del doctor Salazar –aunque sin la intervención directa de éste-, el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas publicó el 17 de febrero de 1940 el Reglamento Federal de Toxicomanía, mediante el cual se pretendía crear un monopolio (oficial) para la venta de fármacos prohibidos, que serían distribuidos a los adictos a su costo y de ese modo impedir que los compraran a los narcotraficantes.

El decreto –que nunca se aplicó por presiones de Estados Unidos- fue presentado al gobierno del vecino país al que se le explicó que “era imposible acabar con el tráfico de drogas debido a la corrupción de la policía y de los agentes especiales, y por la riqueza e influencia política de algunos traficantes” (nada que ver con lo que hoy ocurre).

Otro aspecto del trabajo científico del galeno duranguense tiene que ver con las aplicaciones terapéuticas de las cannabis para “ciertas enfermedades de carácter nervioso, asma y algunas formas de reumatismo”, tesis que hoy sostienen médicos y familiares de pacientes con dolencias que se alivian con la mariguana, cuyo consumo en esos casos (y hasta con carácter lúdico) se ha legalizado por sentencias de la Suprema Corte.

De modo que, como dice el Eclesiastés: “Nihil novo sub sole” (Nada nuevo hay bajo el sol), aunque las tesis del destacado científico, a quien se le llegó a llamar “El Pasteur mexicano”, tendrían que ser estudiadas y actualizadas para sustentar la batalla emprendida por quienes postulan –lo mismo que él- que la mariguana, a no ser “por su olor molesto”, a nadie perjudica.

En mi opinión –para quitarles el negocio de las manos a los narcotraficantes- habría que retomar la idea del comercio por parte del gobierno (o de particulares supervisados por la autoridad) a precio de costo, como proponía el doctor Salazar, aprovechando que, según dice el presidente López Obrador, México es un país soberano y no recibe órdenes de ningún gobierno extranjero. Menos de los Estados Unidos, el mayor consumidor del mundo.

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