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Ante algunos hechos (pifias) del presidente Andrés Manuel López Obrador, uno se atreve a pensar que entre sus colaboradores cercanos tiene incrustados a enemigos personales o de su administración. No de otro modo se puede interpretar lo que aconteció el domingo 10 de mayo, cuando YouTube bajó durante un buen rato, por violar las políticas sobre los derechos de autor, el video con la canción Amor eterno, de Juan Gabriel, con la que el mandatario quiso felicitar a las madres,. Luego se resolvió el problema, pero el osote ya estaba pinto y parado.

También está el tema de sus exabruptos contra los médicos (así, en general), a quienes acusó de perseguir el lucro antes que preservar la salud de sus pacientes. No hay espacio a la mala interpretación en sus palabras –por más que ayer salió a decir que las tergiversaron (no aclaró quiénes)-, porque muy claro dijo que fueron “mercantilistas” en “el periodo neoliberal” y que antes de atender al paciente le preguntaban “¿qué tienes?” (de recursos económicos). Otra pifia.

Por cierto, entre la avalancha de cartas que le dirigieron 47 organismos médicos del país, una llama mi atención: la de la Asociación Mexicana de Infectología y Microbiología Clínica que “se pronuncia en contra” de sus declaraciones. Y llama mi atención porque entre los que aparecen como directivos en la hoja membretada figura como vocal de salud pública nada más y nada menos que Hugo López-Gatell Ramírez, el vocero presidencial en esta pandemia de coronavirus (y hasta donde se puede saber, este funcionario rockstar no se ha deslindado de la carta).

Por más que el presidente haya dicho ayer en su mañanera que no puede estar contra los médicos porque entre ellos figuran “el mejor presidente” de América Latina, Salvador Allende, y el Che Guevara, y que un grupo de ellos le salvó la vida, ahí quedan sus palabras para la historia y sin posibilidad alguna de malas interpretaciones. Aunque–a toro pasado- hizo las precisiones sobre que habló de “algunos médicos” y de que es una realidad que se mercantilizó la medicina como “parte del periodo neoliberal”.

Insisto: alguien en su gabinete (quizá su vocero oficial que solo sirve para escribir las preguntas que algunos “reporteros” de la primer línea le hacen el presidente en sus mañaneras) tendría que hacerle ver que es necesario no hablar de memoria, puesto que ya está visto que cuando se desboca su alrevesada verborrea linda en las barrabasadas, los exabruptos y las descalificaciones sin ton ni son (ya ni Trump le gana).

El mismo tendría que aplicar una conducta de contención verbal, sobre todo en estos días en que la piel de la sociedad mexicana es especialmente lábil y se eriza ante la menor insinuación. En todos debe caber la prudencia, como aconsejaban los antiguos, pero por encima de todos en el que se supone es el líder del país, quien nos debe conducir a esos grandes campos de la felicidad que tanto pregona. Deje de encender infiernos por todos lados.

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