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Voy a confesar algo: tengo miedo. Hoy sí que ese sentimiento ominoso que pocas veces ha llegado a mi alma comienza a enredarse en mis pensamientos y aprieta más mi ánimo. Veo sobre México una gran señal de interrogación para la cual carecemos de respuestas. Corrijo: sí las hay pero nada tranquilizadoras.

Mi miedo no tiene nada que ver con la cancelación del aeropuerto capitalino, decisión amañada que se va a llevar decenas de millones de pesos en indemnizaciones –que seguro tienen a los empresarios encargados de la obra saltando de gusto y locos de contento porque van a forrarse de lana (nuestra lana) sin trabajar-; tampoco con los avisos que manda AMLO sobre lo que nos espera durante su mandato ya cercano en materia económica, como es la advertencia de usar las reservas internacionales del país (que no es dinero público ni está a libre disposición del gobernante y que se han ido formando durante muchos años) ni otras advertencias (iba a poner amenazas) de esa índole.

Finalmente, las vidas de una inmensa mayoría de los mexicanos que aún respiramos han estado cruzadas por una crisis constante –con altibajos, sí, pero omnipresente- y una más no nos va a poner los pelos de punta. Nuestros bienes materiales son exiguos (hablo de la mayor parte de la población) y nunca hemos necesitados lujos ni aeropuertos de primer mundo y 200 mil millones de dólares en respaldo del buen nombre del país en los mercados financieros para subsistir. Así que no viene por ese lado la causa de mi miedo.

Lo que me asusta realmente es la insidiosa forma que tiene quien aún no es presidente de alimentar la polarización social, la división entre “pueblo bueno” y mafiosos, camajanes, corruptos, prensa fifí y bandidos. Y esto puede verse ya en las redes sociales, donde cualquiera que se atreva a tocar con el leve pétalo de un señalamiento a su líder es víctima de las invectivas de los seguidores de aquél.

Me da miedo porque un país profundamente dividido es presa fácil de los carroñeros internacionales de uno y otro signo que ven carnita fácil de devorar. De eso tengo miedo.

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