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En la columna pasada, decía que no estoy en desacuerdo con que los burócratas de alto coturno dejen de recibir las cantidades enormes que perciben por salarios y por otras vías que incluyen prestaciones fuera de la realidad de un país con los niveles de pobreza que arrastra México.

No es ético ni decente que se den vida de reyes en la Corte mientras a ras de tierra hay millones que no tienen ni que comer.

El objetivo de la Cuarta Transformación es plausible, los métodos no tanto.

Hoy quiero referirme a un tema que seguramente, como a mí, a otros mucho le da vueltas en la cabeza: ¿de dónde va a sacar el presidente López Obrador para obtener los millones y millones de dólares y pesos que dispara a diestra y siniestra por donde se para?

A botepronto, y sin ánimo de ser exhaustivo, cito: 30 mil millones de dólares para su programa de apoyo a migrantes en México y sus países de origen; 6,000 millones de dólares para comprar bonos a los tenedores por la cancelada construcción del nuevo aeropuerto en Texcoco (tema en el que, además, pende la amenaza de una demanda en Nueva York); 150 mil millones de pesos para construir el tren maya; 100 mil millones de pesos para los adultos mayores; 44 mil millones para becas a jóvenes…

Eso sin contar lo que en la semana le dé por ofrecer al presidente.

Y no es que esté en desacuerdo con los programas que anuncia, me encantaría que eso y más se cumpla porque el Estado nacional tiene una deuda de siglos con los más pobres que suelen ser, además, los ahora llamados pueblos originarios.

Nomás pregunto: ¿Con qué ojos divino tuerto? Suponiendo sin conceder que desde el 1 de diciembre se acabó la corrupción en México y en adelante todos seremos ciudadanos cumplidores y respetuosos de las leyes, la cobija, así sea de 5.7 billones de pesos (una suma mareante) no da para tanto, hay tantas cosas pendientes que ni todo el oro del mundo alcanzará. Insisto: nada me daría más gusto que ver que se cumplan las metas de este gobierno, esa sí sería una auténtica revolución transformadora.

Va una pregunta: ¿Qué hubiera pasado si la madre tierra se manifestaba de algún modo contraria a la construcción del tren maya hollando sus selvas, ríos y lagos? Hasta donde se sabe, no hubo ni un sí ni un no de esa munífica entelequia.

Sin embargo, la obra va, aunque no se haya consultado, como manda la Constitución, a los pueblos indios asentados en los sitios por donde pasarán los rieles.

Por lo demás, el tren maya me parece una obra de la más absoluta necesidad: el ferrocarril es vehículo de progreso.

Montera: ¿Sabía que el rector de la UNAM tiene a su cocinera oaxaqueña en la Torre de Rectoría, tan buena que está participando en un concurso nacional? Un pequeño lujo, pero lo vale, ¿o no?

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