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Polarizar ha sido la estrategia y dividir, la misión. El resultado es más que evidente, un país en donde el presidente no ha podido (o no ha querido) gobernar para todos. El México de los 30 millones de votos que en 2018 abrieron la puerta al obradorismo dio paso al cisma del “nosotros” contra “ellos”, “los de siempre” frente a “los de ahora”.

Y aún con la aceptación mermada por el desgaste de los primeros años, al Ejecutivo le alcanza para mantenerse apuntalado gracias al cauce de miles de millones de pesos que se irrigan en las estructuras clientelares que son pastoreadas por los superdelegados, hoy, muchos de ellos, convertidos en candidatos a gobernadores, sin que esto sea una sorpresa.

No es que al presidente le quite el sueño lo que piensan todos aquellos y todas aquellas mexicanos y mexicanas que no votaron por él, o que pierda el apetito tratando de solucionar los problemas de la otra mitad de la población que no está en su canasta. En política hay muchos fanáticos de las matemáticas y en Morena adoran la simpleza de los números, “con eso nos da, nos alcanza y hasta nos sobra”, dicen orgullosos.

Con las intermedias de este año, el partido en el poder podría asegurar una mayoría aún más aplastante de la que ya ha sido. El abstencionismo que, sin duda, provocará la pandemia de Covid-19, impactará de forma negativa en los comicios, y es ahí donde los mapaches profesionales y las estructuras aceitadas rinden frutos.

¿Y quién cree usted que se beneficiará de la emergencia?, ¿qué partido o partidos podrán sacar raja de padrones, becas y beneficiarios? Si aún no adivina, déjeme darle otra pista: es uno que se parece y actúa como el PRI, tiene entre sus filas a más priistas que el propio tricolor y dice ondear alto la bandera de la lucha anticorrupción, siempre y cuando ésta sea de dientes para afuera. ¿Ya adivinó?

Angustiante es la polarización que vive el país, que se ahonda cuando desde el poder se incita al desprecio y la descalificación. Las conferencias mañaneras son por antonomasia el lugar de fusilamiento, el paredón elegido por el líder para rociar a los opositores, a los que difieren, a los que piensan distinto, a las mexicanas y los mexicanos que, simplemente, quieren otro tipo de país.

Ese es el delito que más se castiga en México: pensar distinto. Y es ahí donde la moralina esencia de un supuesta transformación pretende impregnar el lenguaje y la cultura; a través de voceros falaces hacen lo posible por dominar a la opinión pública y establecer su verdad. Eso y más es lo que se juega en este 2021.

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