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En todos los niveles de la sociedad mexicana crecen las voces de apoyo a las fuerzas armadas, después de que han circulado en las últimas semanas videos donde se observan vejaciones y maltratos a soldados que se ven impedidos a responder.

A la par, los índices de inseguridad contrastan con las declaraciones gubernamentales que apuntan a un país de paz y tranquilidad que solo existe dentro de las puertas de Palacio Nacional. La cifra de muertos aumenta y eso, entre otros temas, se ve reflejado en los puntos de popularidad que se hacen polvo.

Dentro de las secretarías de Marina y de la Defensa Nacional sobran las quejas por el trato que se les está dando a estas instituciones. Aunado a la aparición de la Guardia Nacional, no se recuerda a corto y mediano plazo una posición institucional que vulnerara tanto a los cuerpos castrenses.

En este sentido, el avance de la delincuencia organizada pone contra la pared a la estructura gubernamental, que se ha visto superada en diversos estados del país: Tamaulipas, Veracruz, Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Guerrero y Morelos, por mencionar algunos.

Mucho se ha dicho sobre las dudas que existen en relación con la estrategia de seguridad que el Estado mexicano está implementando. Algunos se han atrevido incluso a cuestionar si es que existe o no una estrategia. Lo cierto es que el talón de Aquiles de la 4T llegó por la fuerza y con olor a pólvora.

Con el argumento de la no confrontación y las alabanzas al “pueblo bueno”, se ha permitido desde el poder que los delincuentes maltraten a los soldados. Se ha evitado lo que legalmente dicta la ley: proteger a los ciudadanos. No es que el actuar de las fuerzas del orden haya sido siempre el correcto, pero denostar de esa forma a los cuerpos de seguridad no abona en nada.

Viene la prueba de fuego para la Guardia Nacional: pasar de operaciones de proximidad y vigilancia civil al control de las zonas más peligrosas de México. Esto en un escenario desfavorable por la ya mencionada actitud gubernamental en contra de las fuerzas armadas.

Se enciende la alarma por las recurrentes actitudes hostiles con las que los soldados y marinos han sido recibidos en operaciones a las que acuden a realizar su labor. La imagen de estas instituciones ha sido lastimada por decreto presidencial y las consecuencias pueden ser muy graves.

Se ha deslegitimado la autoridad de un soldado en tierra al no recibir el apoyo de sus superiores. A la par, el ambiente de impunidad aumenta porque al estar atados de manos, los militares no pueden realizar detenciones, aseguramientos ni mucho menos contestar agresiones.

Los delincuentes se envalentonan frente a un Estado que permite la rebelión y el desgaste de sus efectivos. Se pretende pacificar al país con actitudes que son gasolina pura y que encienden aún más la llanura. Así no, no con soldados de papel.

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