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Los votos no son cheques en blanco y eso debe ser una máxima para evitar sorpresas. En las motivaciones que llevan a la gente a las urnas también hay temores y dudas que desaparecen o se maximizan con paso del tiempo.

Después de un año de gobierno, los bandos que antes lucían muy separados se han ido emparejando. ¿Quién ganó y quién perdió terreno? La respuesta está en la esfera del partido en el poder que sin tener oposición enfrente se ha tropezado consigo mismo una y otra vez.

¿Podría estar dentro de Morena también la oposición a Morena? Pasan los días y para muchos no es descabellada la idea de que una escisión del partido en el poder trajera consigo un contrapeso más digno que el que representan las fuerzas que cohabitan con ellos en el actual el sistema de partidos.

El ADN de Morena es la clave para entender su autofagia. Y es que si usted pone en el mismo barco a los viejos lobos priistas, aderezados con las legendarias tribus perredistas y acompañados de nuevos tlatoanis enanos que se beneficiaron con la imagen del presidente, el resultado dista de ser un producto de exportación.

La fractura dentro del “gran partido”, del que ni ellos saben cuántos afiliados tiene, se acentúa por la lucha intestina para ganar la dirigencia y con ello el botín de candidaturas de la intermedia de 2021. El poder de los grupos aumenta y las cuotas pesan cada vez más.

Mientras en el discurso Morena se desentiende una y otra vez de los comparativos que se hacen entre este instituto político y el PRI, la realidad diluye las diferencias y acentúa muchas similitudes. Corporativismo, clientelismo y populismo son ases que encumbraron en su momento al tricolor y hoy juegan también del lado de los recién llegados.

Al ver en el espejo la evolución del Partido Revolucionario Institucional, es más que evidente el papel que jugó la fuerte estructura interna sustentada por las jerarquías, lealtad el partido y repartición de prebendas a miembros y simpatizantes. Ser priista era para muchos un honor, como hoy lo es estar con Obrador.

El régimen se sustentó en la confianza en las instituciones que él mismo creó. La politequería no existía porque todo era cuestión de Estado, de partido, de México. Esos ideales hoy ya no son referente y con ello -aunque no solo por eso- se explica la decadencia del partido más longevo que ha tenido este país.

Atrás quedaron los años de la marea roja, hoy luce difícil un regreso triunfal de una marca desvencijada como la del PRI. Sin embargo, hay indicios de que en 2021 no todo será miel sobre hojuelas para Morena, y será ése el referente para ver si la armadura es de acero o de latón.

ENTRE TELONES. Con el nuevo etiquetado de productos solo vendrán buenas noticias. Por fin se logró ganar la batalla a las gigantes corporaciones causantes de grandes epidemias asociadas a la mala alimentación. Aplauso por una victoria histórica que beneficiará principalmente a la niñez mexicana.

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